Luz para las naciones

”Acercándose Jesús, les dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».“

Mateo 28:18-20 NBLA

Como cristianos, hemos escuchado acerca de la gran comisión, todo cristiano sabe que la encomienda de parte de Jesús (una vez que ha sido llamado para salvación), es ir y proclamar las buenas noticias que traen el evangelio de Cristo, ese precioso evangelio que las naciones necesitan urgentemente. Estamos viviendo los últimos tiempos, cada vez la humanidad está siendo más corrompida, más sumergida en las tinieblas.

Somos llamados a ser luz para otros que aún viven en la oscuridad. La mies es mucha y los obreros son pocos. Las misiones son un papel muy importante en el plan de Dios para que toda nación sea alcanzada.  Desde Génesis hasta Apocalipsis, podemos ver claramente en las Escrituras el amor que Dios tiene por las naciones, y la manera en que expresa su amor, es a través de su soberanía y su justo juicio sobre las naciones.

Dios quiere que toda nación sea alcanzada por su evangelio de salvación, por tanto, debemos mantenernos en la predicación de su palabra para dar luz a los ciegos. Debemos de estar conscientes como cristianos, que nuestra negligencia de no ir a las naciones y predicarles el evangelio contribuye para que el juicio de Dios caiga sobre ellas. Somos los mayordomos de la gracia de Dios, y como mayordomos de su gracia, nuestro trabajo es discipular a las naciones, con el fin de guiarlas a los pies de Cristo para su redención.

Nuestro trabajo como iglesia es ir a los enfermos espirituales. La iglesia de Cristo sirve como hospital para las naciones, porque el evangelio de Cristo es el único que puede dar sanidad a sus vidas enfermas, como alguna vez lo estuvimos, pero fuimos alcanzados por este precioso evangelio.

Somos embajadores de la Luz de Cristo en la tierra. Somos la voz que proclama su salvación y nuestra responsabilidad es también interpretar correctamente Su palabra al predicar este evangelio. Un evangelio puro y no diluido, un evangelio de juicio, pero lleno de gracia y misericordia, por que se nos ha encomendado mostrar a la tierra la gloria de Dios, ser luz y sal.

Cuando pusimos nuestra fe en Cristo nos hizo una nueva creación y puso en nosotros compartir su amor a los demás. Esto sucede o debería suceder cuando verdaderamente hemos experimentado Su amor, no podemos evitar compartirlo. Y he aquí que muchas personas deciden dejar todo lo que tienen en casa y salir a todas las partes del mundo para predicar el amor de Dios.

Hay familias que abandonan su país sin importarles enfrentar todo tipo de adversidades y a veces hasta perder su integridad física. Cuando Dios pone este deseo en sus corazones responden al llamado con total obediencia a él. Son hermanos que han decidido dejar toda comodidad para ser Luz para las naciones. Puede ser que su llamado no sea reconocido, pero ese nunca será su propósito, porque su propósito es dar a conocer el nombre de Cristo para ser Luz para las naciones.

¿Y como predicarán si ni son enviados? Tal cómo está escrito: ¡Cuan hermosos son los pies de que anuncian el evangelio del bien! . Romanos 10:15

Alfredo Carillo | IEC