Aroma fragante en procesión triunfante

De la serie: | 📖 (2 Corintios 2: 12-17) | 🗓 20 / 10 / 24 | 🗣 | Compartelo:

Introducción

Segunda Corintios 2. Venimos estudiando esta carta en la que Pablo está defendiendo su ministerio, defendiendo su apostolado, con una iglesia que lo ha cuestionado y que ha visto que Pablo no es lo que ellos a veces quisieran que fuera. Pero Pablo escribe esta carta con mucho amor para esta iglesia, buscando que ellos puedan honrar a Dios y glorificar a Dios a través de sus vidas y sus ministerios.

Lo que vimos el domingo pasado tiene que ver con la disciplina de la iglesia y la manera en la cual la iglesia sí contestó al llamado de Pablo de disciplinar, y sí actuó en esa parte; pero después de disciplinar, no respondió tan bien en la parte de restaurar y demostrar gracia. Entonces Pablo los exhorta en esa parte de su obediencia a Dios y al Evangelio. Eso es lo que vimos el domingo pasado: que Satanás gana ventaja sobre nosotros cuando puede aprovechar nuestra falta de gracia unos con otros, nuestra falta de ánimo unos con otros.

Cambios de plan y preocupación por Tito

Pablo explica en los versículos 12 y 13 un poco más acerca de la situación que ellos habían estado criticando de él, que eran sus cambios de planes. Él había planeado ir a verlos y les había dicho que iba a pasar; después no fue y solo les envió una carta. Esto es parte de lo que sigue explicando aquí. Ya lo habíamos visto al principio del capítulo 2, pero ahora en el versículo 12 y 13 él dice que cuando llegó a Troas para predicar el Evangelio de Cristo y se le abrió una puerta en el Señor, está buscando oportunidades en el Evangelio. Cuando hay respuesta y empieza a haber fruto, Pablo se anima. Se le ha abierto una puerta y Troas se convirtió en un lugar así para él.

El tema se queda ahí en Troas, pero la cuestión es que se supone que se va a encontrar con Tito, quien está trayéndole un reporte de lo que está pasando con los corintios. Dice el versículo 13 que no tuvo reposo en su espíritu al no encontrar a Tito, su hermano, y despidiéndose de ellos salió para Macedonia. Entonces Pablo está desarrollando un ministerio en Troas, está habiendo fruto, pero él está preocupado por Tito, a quien ama tanto. Tito es alguien que Pablo —pueden leer la carta que le escribió a Tito— apreciaba y animaba en el Señor, en su ministerio, y veía la manera en que Dios lo está usando. Se ve la cercanía aquí al grado de que, y es la explicación que da, no fue a verlos a ellos (corintios) porque otra de las razones era que estaba preocupado por Tito, quería saber cómo estaba. Va a Macedonia y allí finalmente encuentra a Tito.

Vamos a regresar a esto cuando lleguemos al capítulo 7 de 2 Corintios. Habrá un paréntesis aquí en esta historia, terminando en el versículo 13, y el paréntesis que empieza en el versículo 14 se extiende hasta el capítulo 7 versículo 5, creo. Ahí retoma el tema de Tito y lo que significa Tito para Pablo. Pero ahora Pablo quiere que entiendan la verdad de lo que significa servir a Dios, aun cuando hay aflicción y pruebas. Más adelante, en el capítulo 7, Pablo describe haber estado deprimido por la situación de Tito; le afectó muchísimo. Entró en algún tipo de depresión, aparentemente, porque en ese tiempo viajar y comunicarse no era como hoy. Para saber si alguien estaba bien pasaba tiempo y antes de que llegaran noticias, fuera buenas o malas, había un periodo de angustia.

Pablo explica esta dinámica y dice que esto es parte de por qué cambió de planes con los corintios. Lo acusaban de ser cambiante y de no ser consistente, pero él dice: “Miren, esto es lo que pasó”. Pero ahora entra en un discurso de ánimo para los corintios y para sí mismo sobre lo que significa la aflicción, la prueba en medio del ministerio y cómo Dios nos sostiene para que podamos ser fieles al llamado que Dios nos ha dado. Eso es lo que vamos a estudiar hoy.

La procesión triunfante

Dice el versículo 14: “Pero gracias a Dios que en Cristo siempre nos lleva en triunfo y que por medio de nosotros manifiesta la fragancia de Su conocimiento en todo lugar”. “Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios, entre los que se salvan y entre los que se pierden. Para unos olor de muerte para muerte y para otros olor de vida para vida. ¿Y para estas cosas, quién está capacitado? Pues no somos como muchos que comercian la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, hablamos en Cristo delante de Dios”.

Señor, bendice este mensaje y, en particular, estos versículos que contienen tanta profundidad acerca de lo que significa servirte, vivir para ti. Queremos tratar de entender lo que Pablo está tratando de mostrar aquí y que nuestros corazones sean animados, alentados, que podamos llenarnos de la esperanza que hay cuando nosotros vivimos cautivos por Ti. En el nombre de Cristo Jesús. Amén.

Este pasaje, estos cuatro versículos, fueron el primer pasaje que tuve la oportunidad de estudiar a fondo, de realmente entender algo que no se ve a simple vista. Fue cuando estaba estudiando en Moody, en el año 1997. Entonces ya calculé: son 27 años desde que estudié este texto por primera vez con calma. Me asignaron un trabajo de exégesis sobre este texto, porque hay mucho que no se ve a primera vista si solo lo lees rápidamente sin entender lo que la audiencia original habría captado de inmediato. Requiere un poquito más de esfuerzo de nuestra parte.

Estuve horas ayer buscando entre todos mis apuntes dónde estaba este trabajo que hice. Además, recuerdo que es la primera vez, estando ya estudiando la Biblia formalmente, que pensé: “Ah, esto podría ser útil después de haber hecho este estudio del texto”. Recuerdo haber pensado: “Un día podría enseñar esto”, y lo enseñé en ese tiempo, pero ahora ya pasaron 27 años y otra vez lo voy a enseñar. Encontré el trabajo y hasta me dio pena que lo vieran mis hijos, porque no saqué muy buena calificación y mi maestro puso todas sus notas diciendo: “¿Por qué no seguiste las instrucciones correctas?”, porque no fui tan buen estudiante, pero sí aprendí muchas cosas en el proceso de hacer este estudio de este texto.

Lo que no podemos ver en una primera lectura superficial es que algunas de las palabras que Pablo usa aquí, por ejemplo thriambeuó en griego (“nos lleva en triunfo”), hacen alusión a lo que se conoce como la pompa triunfalis del Imperio Romano. Tiene que ver con una procesión. Nos lleva en procesión. Eso es un poquito más literal de lo que significaría la palabra y la idea que Pablo está tratando de comunicar: Dios nos lleva en procesión, procesión triunfante. Estas eran celebraciones que tenían que ver con victorias; ciertos generales destacados en sus logros recibían una fiesta después de sus triunfos, en la cual se desarrollaba toda una procesión para entrar en Roma. Hay más de 300 registros en la literatura greco-romana de estas procesiones, algo bien documentado.

Primero entraban los que cargaban el botín de cosas que habían traído de la ciudad conquistada. Después entraban los toros —esta es por lo menos una de las descripciones que leí— para sacrificarlos al dios Júpiter. Luego entraban los que habían sido conquistados, normalmente los líderes de la ciudad o generales; eran exhibidos como esclavos. Después venían quienes cargaban el incienso, que representaba el olor de victoria y la adoración a los dioses (al dios Júpiter, en particular). Luego entraba el general triunfante que había dirigido la campaña militar. Posteriormente entraban los romanos rescatados de la ciudad conquistada, y hasta el final las tropas del general.

Era algo bastante espectacular. Era toda una fiesta. Imagínense la música, todo lo que rodeaba, el olor del incienso. Un poco como cuando hay un desfile hoy en día (16 de septiembre o 20 de noviembre, etcétera) y se va mostrando la razón de celebración. Esto es a lo que Pablo está haciendo referencia. No lo notaríamos de inmediato en una lectura rápida, pero un estudio más cuidadoso nos lo muestra.

¿Quién es Pablo en la procesión?

Entonces, son dos cosas que quiero mostrarles. Número uno, ¿qué significa esta procesión triunfante? Número dos, ¿quién es Pablo en la procesión? Eso es lo que es un poquito interesante, y aquí es donde se puede desarrollar como un trabajo exegético controversial, porque los comentaristas no están de acuerdo necesariamente. La mayoría está de acuerdo en que esto es a lo que se refiere Pablo, a esta procesión triunfante del Imperio Romano. Lo que no están de acuerdo es cuál es el rol que él juega dentro de esta procesión.

¿Es el de las tropas que van hasta el final, es el de los que están cargando el incienso, o es él uno de los esclavos conquistados de la nación? Ese es el rol que tiene. De hecho, esa es la lectura más natural de este texto, que cuando dice: “Gracias a Dios que en Cristo siempre nos lleva en triunfo”, “nos lleva en procesión triunfante”, entonces Pablo no es el sujeto; es el objeto de esta declaración, donde él es el que es llevado en procesión triunfante. Si vemos este paralelo bien, significa que los que son llevados en la procesión triunfante, llevados un poquito como forzadamente, son los esclavos que fueron conquistados.

El problema que algunos comentaristas tienen con eso —y se entiende— es que los que habían sido capturados están siendo desfilados hacia su ejecución. Van a ser llevados para ser ejecutados públicamente, por lo menos algunos, representativamente. No los líderes, probablemente. Los demás, también eran listos los romanos; no iban a matar a todos. A los demás los vendían como esclavos en el Imperio Romano. Vamos a tratar de entender por qué Pablo usaría esta imagen.

Creo que Pablo está mostrándonos un poquito de una paradoja aquí, una paradoja que tiene la idea de que efectivamente sí, él ha sido conquistado por Dios. ¿Cómo sabríamos que Pablo fue conquistado por Dios? Esta es una expresión que a Pablo le gusta usar: “esclavo de Cristo”, “siervo de Cristo”. De ahí sale esta palabra “dúlos”, o como se usa esa palabra. Pablo está muy consciente; si ustedes leen el registro en (Hechos 9) del camino a Damasco y la aparición de Jesús, ¿hacia dónde iba Pablo cuando eso sucedió? Iba en camino a hacer qué: iba en camino a matar cristianos, iba en camino a encerrar cristianos. Él era enemigo de Dios, estaba en oposición a Dios y a Sus planes y a Sus caminos.

Vean cómo Pablo se describe a sí mismo en (1 Corintios 15:9), que ya estudiamos: “Soy el más insignificante de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, pues perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy”. Entonces se consideraba como el más insignificante de los apóstoles, porque él era el que estaba más en contra del cristianismo, cuando Cristo lo encontró, cuando Cristo lo llamó. En (Gálatas 1:13) se describe así: “Ustedes han oído acerca de mi antigua manera de vivir en el judaísmo, de cuán desmedidamente perseguía yo a la iglesia de Dios y trataba de destruirla… trataba de destruirla”.

Entonces creo que encaja con cómo se veía Pablo en relación a lo que Dios tuvo que hacer para que él pudiera ahora servir a Dios. No es como que Dios dijo: “Bueno, voy a buscar a alguien que quiera. Voy a buscar a alguien que ya tenga como que esa inclinación hacia las cosas que tienen que ver con el Evangelio”. Yo he escuchado algunos en su evangelismo decir: “Dios es un caballero, y entonces va a tocar a la puerta, y si le dices que no, se hace para atrás, ok, no”. Bueno, eso no es lo que hizo con Pablo. Fue conquistado. Fue esclavizado por Dios para el servicio de Dios.

¿Es algo bueno eso? ¿Para Pablo? Sí, sí es algo bueno. ¡Qué bueno que Dios me hizo Su esclavo, porque ahora lo que yo tengo es mejor que lo que yo tenía sin Él! Y es por Su gracia que soy Su esclavo, porque yo no lo estaba buscando, yo no estaba tratando de encontrarlo a Él; Él me encontró a mí. Nosotros amamos a Dios porque Él nos amó primero. Dios no está buscando a los más sensibles de corazón para que ellos sean los que pertenezcan a Su familia. Él busca a quien Él quiere buscar y normalmente escoge a aquellos que parecen los casos más imposibles como candidatos para ser hijos de Dios.

“Esclavo de Cristo”, esta es la idea que Pablo quiere comunicar. Estos esclavos eran expuestos, de hecho, humillados por las multitudes cuando iban pasando porque, claro, habían sido conquistados. Pablo, en muchos sentidos, ve su propia vida así. Se describe a sí mismo como alguien que ha sido humillado, como alguien débil y como alguien sentenciado. Escuchen cómo describe (1 Corintios 15:31): “Les aseguro, hermanos, por la satisfacción que siento por ustedes en Cristo Jesús, nuestro Señor, que cada día estoy en peligro de muerte”. “Esta es mi vida”, dice Pablo. “Me la vivo de un problema a otro problema, a otro problema, a otro problema. No paran los problemas, no paran las aflicciones”.

En (1 Corintios 4:9) dice: “Porque pienso que Dios nos ha exhibido a nosotros, los apóstoles, en último lugar, como a sentenciados a muerte”. ¿Ven el lenguaje que usa ahí? Dice: “Nosotros, los apóstoles, somos como sentenciados a muerte. Esto es exactamente lo que estaba pasando con estos prisioneros de guerra, que estaban sentenciados a muerte. Su destino era sacrificarse o ser sacrificados, porque hemos llegado a ser un espectáculo para el mundo, tanto para los ángeles como para los hombres”. Entonces, otra vez pueden ver estas referencias que Pablo está usando, donde sí se ve a sí mismo dentro de esta condición de ser expuesto por Dios, inclusive humillado por Dios, para ser llevado por Dios hasta un punto en donde él sacrifique su propia vida, sea sacrificado por Dios mismo como un ejemplo para el mundo.

Entonces, esta es la idea que creo que está siendo comunicada. Y en 2 Corintios, un poquito más adelante, si ustedes ven en el capítulo 4, vean lo que dice el versículo 8 (esto lo vamos a estar estudiando en algunas semanas): “Afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos. Llevamos siempre en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Porque nosotros, que vivimos, constantemente estamos siendo entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal. Así que en nosotros obra la muerte, pero en ustedes la vida”. Es decir, el sacrificio de Pablo, el ser expuesto y llevado en esta procesión, siendo humillado en camino hacia la muerte, tiene un propósito para Pablo que Dios va a usar al traer vida a la gente.

Entonces, hay una paradoja aquí en el uso de esta imagen y cómo Pablo quiere que entendamos su rol dentro de esta procesión. Pero es una procesión triunfante, y es una procesión en la cual él está contento de participar, porque él sabe que su servicio a Dios es algo glorioso, aunque implique para él el sufrimiento, aunque implique la vergüenza y la humillación.

Entonces, esa es la procesión triunfante con la que empieza el versículo 14.

Aroma de vida y de muerte

Ahora vean la otra parte de este pasaje, que tiene esta otra imagen: aroma fragante.

Pero gracias a Dios que Cristo siempre nos lleva en triunfo y que por medio de nosotros manifiesta la fragancia de Su conocimiento en todo lugar, porque fragante aroma de Cristo somos para Dios entre los que se salvan y entre los que se pierden. Para unos, olor de muerte para muerte, y para otros, olor de vida para vida.

Entonces pueden ver que esta imagen todavía sigue aquí: la imagen de la fragancia, de lo que Dios está haciendo a través de él y de todos los que predican el Evangelio. Los olores son importantes; te dicen si algo está echado a perder o si todavía está bien. Yo no tengo muy buen sentido de olfato, entonces esa situación de no tener muy buen sentido de olfato me ha puesto a veces como el candidato más viable para situaciones no tan agradables, porque, por ejemplo, cuando estábamos con la escuela de música, me acuerdo que los otros maestros siempre me asignaban la clase de ensamble con los adolescentes más apestosos que había en la escuela. Y estábamos encerrados por una hora ahí en un cuarto, y a mí no me molestaba tanto como a ellos. Dicen: “¿Cómo aguantas? Yo no puedo”. Les respondo: “¿Huele a algo? Sí, me huele a algo; a veces me arden los ojos, pero no me molesta tanto”.

El olor nos muestra muchas veces si algo está limpio o si algo está sucio. Si sales en una cita romántica, normalmente hay olores nuevos. Y porque hay preparación —o sea, te dice algo cuando alguien se pone perfume—, ¿a quién va a ver? Porque no es necesariamente lo ordinario, pero los olores comunican algo muy importante. Y comunican esfuerzo de nuestra parte, comunican muchas veces intencionalidad. Y esa intencionalidad de un olor, en cualquiera de los dos casos, si es un buen olor o un mal olor, causa repulsión o causa atracción, ¿no es cierto? O sea, si tú hueles algo que huele terrible, no quieres entrar a un cuarto donde se ha estado descomponiendo un cuerpo por un rato, porque el olor puede ser demasiado, inclusive al grado que te hace vomitar.

¿Y a cuántos de nosotros nos gusta entrar en una panadería o en una cafetería simplemente por el olor? Es más, mi esposa no toma café, pero le gusta el olor del café. Entonces ella está feliz de nada más entrar en la cafetería y oler el café, pero no le sirvan café. El olor es algo que a casi todos nos gusta.

Y aquí, el olor que Pablo está mostrando, esta fragancia, es que el olor es el mismo, pero es percibido de diferentes maneras. ¿Sí lo ven? Entonces es un solo olor en realidad, pero la manera en que la gente lo percibe cambia completamente. Este aroma fragante, por un lado, es olor de vida para vida; por otro lado, es olor de muerte para muerte. Y, claro, esto fue profetizado acerca del mensaje del Evangelio y lo que Jesús venía a hacer. Justo con Simeón —Fran estaba haciendo referencia a esto en la mañana—, Simeón los bendijo y dijo a su madre María: “Este niño ha sido puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción”. Entonces tenemos dos diferentes posibilidades de lo que pasa con este olor.

Para unos, cuando huelen el olor del fragante aroma del Evangelio, siendo esparcido a través de la predicación —que es cuando hablamos de Cristo y de Su obra—, algunos lo huelen e inmediatamente lo rechazan y dicen: “No me huele bien, no me gusta ese olor. Olor de muerte”. Y si esa es tu reacción, si no te gusta cómo huele, no lo vas a recibir como algo hermoso, lo vas a recibir como algo terrible. Y entonces el olor que huele a muerte es para muerte. Si tu reacción es de repulsión hacia el mensaje del Evangelio, el resultado es muerte.

¿Cómo reaccionas cuando escuchas a Cristo ser predicado? Cuando escuchas que Cristo murió en una cruz como propiciación por tus pecados, derramó Su sangre por ti, y Él te está ofreciendo ese regalo del perdón y de la reconciliación con Dios como un regalo gratuito a través de la fe, si tú solamente crees en Él, pones tu fe en Él, dependes absolutamente de lo que Él ha hecho y no de lo que tú puedes hacer, y le pides perdón a Dios, y le dices: “Sí, Señor, perdona mis pecados, porque eso que acabo de escuchar es aroma fragante para mí”. Si tú escuchas ese mensaje y lo recibes de esa manera, es olor de vida para vida.

Pero si escuchas todo lo que acabo de decir y dices: “¿Qué tiene que ver eso conmigo? Yo estoy bien, no me huele a nada. Es más, me huele a muchas reglas y cosas que la verdad preferiría no tener en mi vida. Yo quiero seguir viviendo como estoy”, es un olor de muerte para muerte. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él” (Juan 3:36). No existe la neutralidad cuando se trata del Evangelio siendo proclamado. Una vez que el Evangelio es proclamado, una vez que alguien habla acerca de lo que Cristo hizo y salen esas palabras de su boca, y la gente las escucha, todos van a responder de alguna manera. Cuando Cristo es mencionado, a quien sea que sea mencionado, una fragancia ha sido expuesta. ¿Qué va a hacer con ella?

Y este olor, vean lo que dice el versículo 14: “Por medio de nosotros manifiesta la fragancia de Su conocimiento en todo lugar, porque fragante aroma de Cristo somos para Dios, entre los que se salvan y entre los que se pierden”. Vean cómo lo describe Pablo: fragante aroma de Cristo. Entonces, ¿a qué huele? A Cristo. Ese es el olor. ¿Y quién lo está oliendo? Dios. Nosotros somos el aroma de Cristo para Dios, y eso nunca cambia, eso siempre es igual cada vez que el Evangelio sea proclamado, especialmente este olor es evidente cuando viene de nuestra debilidad y de nuestra muerte, porque el poder de Dios es más evidente en ese contexto. (Ya viene eso más adelante en la carta.)

¿Pero sienten inseguridad cuando comparten el Evangelio a veces? ¿Cómo van a responder, qué van a decir, me van a dar el avión? O sea, voy a hablarles del Evangelio y van a decir: “¡Son interesantes tus ideas!”. No, ¿ves lo que te estoy diciendo? A veces tenemos este sentido de frustración en nuestros corazones cuando compartimos el Evangelio. ¿Qué es lo más común que pasa si compartes el Evangelio? Indiferencia. Pero indiferencia, hermanos, no es indiferencia; es rechazo. Esto debería ser de ánimo para nosotros, porque cuando tú compartes el Evangelio, sea cual sea la respuesta que recibas de las personas que te han escuchado, siempre has logrado tu propósito y ha sido un éxito, porque el olor de Cristo llegó a Dios. ¡Siempre! Lo único que tienes que hacer es predicar a Cristo bíblicamente. Es lo único que tienes que hacer. Predica el Evangelio fielmente a lo que tú sabes que la Biblia expone acerca de qué es el Evangelio, y has logrado el propósito y la misión a la cual Dios te llamó: es olor fragante para Dios.

¿Se perdieron? ¿Rechazaron el mensaje? A lo mejor, probablemente. Pero Dios se gozó en lo que hiciste. Esa es nuestra misión. Lo cual, hermanos, nos muestra que nuestra principal motivación para compartir el Evangelio no es el amor a la gente. Sí amamos a la gente, y sí es una razón por la que lo hacemos; pero no es la principal razón. No es porque yo amo a la gente que les comparto el Evangelio, es porque amo a Dios que comparto el Evangelio, porque yo sé que Dios se place en escuchar que las palabras que forman oraciones, que explican el Evangelio, salgan de mi boca. Eso, eso es fragancia para Dios. Eso es lo que Él quiere escuchar. Si nos sentimos frustrados y decepcionados de que la gente no nos escuche y diga: “No me interesa”, aun así Dios ha sido glorificado. Y al final, en realidad, eso es lo único que importa.

Por supuesto, nos gozamos cuando hay respuesta positiva y cuando nos damos cuenta de que Dios sí está transformando los corazones, y cuando escuchan el mensaje y dicen: “Sí, olor fragante”. También ellos lo empiezan a oler y algo producen en ellos que los atrae. Esa es obra de Dios, y nos gozamos porque sí es lo que queremos que suceda.

Entonces, este principio, hermanos, es importante en todas las áreas de la vida. La razón por la que hacemos las cosas siempre, siempre empieza por Dios. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma” (Mateo 22:37). Y después, “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39).

¿Por qué amas a tu esposo? ¿Por qué amas a tu esposa? ¿Por qué es la persona más fácil del mundo de amar? No amamos a nuestro cónyuge principalmente porque merece ser amado o porque es la persona más fácil de amar. Amamos a nuestro esposo o a nuestra esposa porque honramos a Dios al amarlos a ellos, y ese es el Dios que amamos más que cualquier otra cosa. ¿Entienden cómo funciona en la vida cristiana? Así es; ese es el orden.

Dice Pablo: “Fragante aroma de Cristo somos para Dios, entre los que se salvan y entre los que se pierden. Para unos, olor de muerte para muerte; para otros, olor de vida para vida”. ¡Qué privilegio tan grande que el mensaje que nosotros comunicamos en este mundo es un mensaje de implicaciones y de consecuencias eternas! Ese es el mensaje que Dios nos ha dado, y ahí vamos como cautivos con nuestros inciensos que se nos fueron dados. Realmente no es que nosotros produzcamos el incienso; ahí vamos, en donde sea que Dios nos lleve, esparciendo este olor.

Y este aroma fragante también es una referencia a la adoración en el Antiguo Testamento. Así también se usan esas mismas palabras de “aroma fragante” para hablar del aroma fragante dentro del tabernáculo, dentro del templo, que también era adoración a Dios y que llegaba a Dios como la adoración de Su pueblo.

Cuando pensamos en todo esto, tenemos que llegar a la misma conclusión a la que llega Pablo cuando dice: “¿Y para estas cosas, quién está capacitado?” (2 Corintios 2:16). En la Reina-Valera, ¿qué dice? “¿Quién es suficiente?” ¿Cuál sería la respuesta a esa pregunta? ¿Quién está capacitado para una tarea así? Sabes que, cuando predicas el Evangelio, estás trayendo mayor condenación a los que lo están rechazando. No los estás ayudando, los estás condenando aún más, porque entre más verdad conocemos, más responsabilidad tenemos delante de Dios. ¿Estás listo para cumplir ese rol? ¿Sientes el peso de lo que eso significa? El peso también de comunicar el Evangelio para que alguien venga a la fe en Cristo y se convierta en parte de la familia de Dios. ¿Sientes el peso de lo que eso es? ¿Te sientes digno de esa responsabilidad que Dios te dio?

¿Cuál sería la respuesta a: “Para estas cosas, quién es suficiente?” ¿Saben cuál es la respuesta de Pablo? “Yo, yo soy suficiente”. Sí. Por eso, por eso dice el versículo 17: “Pues no somos como muchos que comercian la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, hablamos en Cristo delante de Dios”. Él se está comparando con personas que están predicando el Evangelio de una manera errónea, y él está diciendo: “Nosotros no estamos predicándolo de una manera errónea; nosotros sí somos el tipo de personas que deberíamos estar predicando el Evangelio. Nosotros sí somos suficientes para esta tarea”.

Hay una aclaración que va a venir más adelante —y la vamos a ver, no sé, en dos semanas, creo—. Pero vean lo que dice el versículo 5 del capítulo 3. Por eso es importante esa palabra “suficiente”, porque es donde regresa. Versículo 4: “Esa confianza tenemos hacia Dios por medio de Cristo. No que seamos suficientes en nosotros mismos para pensar que cosa alguna procede de nosotros, sino que nuestra suficiencia es de Dios, el cual también nos hizo suficientes como ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida” (2 Corintios 3:4-6). Entonces, dice Pablo: “Dios nos ha hecho suficientes, y sí somos suficientes porque Dios nos hizo suficientes para esta tarea”. Y aquí es interesante. Estaba leyendo que de hecho hay un eco en estas palabras de lo que sucedió con Moisés cuando estaba delante de la zarza ardiente, y, ¿se acuerdan?, cuando Dios lo llama a hacer lo que se supone que tiene que hacer: “Ve y libera a mi pueblo”. Moisés, ¿qué le dice? “Bueno, es que soy tartamudo”, y empieza a darle todos los pretextos. En la Septuaginta —esta es la traducción griega del Antiguo Testamento—, es exactamente la misma palabra. Dice que Moisés respondió: “Señor, no soy suficiente”. ¿Quién lo hizo suficiente? Dios. “Yo te voy a hacer suficiente para la tarea que te di; sí vas a poder hacerla”.

Entonces, ¿qué está diciendo Pablo en el versículo 17? “No somos como muchos que comercian la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, hablamos en Cristo delante de Dios”. Si nuestro objetivo nada más es agradar a Dios en la predicación de nuestro Evangelio, entonces no estamos tan obsesionados ni preocupados con que la gente siempre tenga que responder positivamente. Porque, si estamos más preocupados por cómo la gente responde, entonces nuestra tentación va a ser querer diluir el mensaje y suavizarlo un poquito para que entonces la gente no se ofenda tanto cuando les comparto el Evangelio.

O sea, si estoy tratando de que sea olor agradable para el mundo —y esta es la palabra que Pablo usa: “los que comercian la palabra de Dios”, una palabra que hace referencia a la gente que transaba en el comercio, que diluían el vino o alteraban las pesas para su favor—, entonces hacían algo para que tuvieran mayor ganancia. Si ser aceptados por el mundo es nuestra meta, entonces nuestra tentación va a ser querer rebajar el mensaje que predicamos y vamos a decir: “Bueno, mejor nada más hablamos de cómo Dios ama a la gente y cómo quiere cosas buenas para ellos”. Ese mensaje tiende a ser bastante bien aceptado. Si vas con la gente y le dices: “Dios quiere darte cosas y quiere prosperarte y solucionar tus problemas familiares”, la gente va a decir: “Ah, pues ese Dios me conviene”. Pero si confrontamos a la gente con su pecado y les decimos: “Tú has quebrantado la ley de Dios, tú has roto Sus mandamientos, tú tienes un problema con Dios, tú eres enemigo de Dios, y si tú no te arrepientes vas a ir al infierno, porque Dios es justo y condena perfectamente, justamente, a aquellos que han quebrantado Su ley”, eso puede ser que no sea tan bien recibido y que la gente se sienta ligeramente ofendida por ese mensaje.

Podemos ser olor fragante al ser olor fragante para Dios, al ser fieles al verdadero mensaje del Evangelio. ¿Qué es el éxito al final que estamos tratando de lograr? ¿Tener una megaiglesia? ¿Ese es nuestro objetivo, tener la iglesia más grande que sea posible tener? O nada más… nada más ser olor fragante para Dios, ¿no? Es todo lo que quiero. Que lo demás venga o no venga, está bien; Dios sabe cómo lo da, si lo da, por qué lo da. Pero mi misión, como esclavo de Cristo, es que Dios sea glorificado; y lo único que me importa es lo que piense Dios, lo único que me importa y lo único que me debe importar.

Pablo da cuatro cosas que caracterizan su ministerio, la predicación del Evangelio. Número uno, con sinceridad. “Mi única motivación es compartir el Evangelio, mi única motivación es ser obediente a Dios; no hay otra”. Es la motivación. “No estoy tratando de hacer un negocio aquí”, dice Pablo. “No estoy tratando de ser popular, no estoy tratando de obtener un cierto nivel de reputación entre ustedes. Esa no es mi misión. Mi misión es simplemente obedecer el llamado que Dios me ha hecho como Su esclavo”.

Número dos, de parte de Dios. Dice Pablo: “No es mi mensaje. Yo voy a comunicar el mensaje como Dios me lo dio a mí. Yo no lo estoy inventando, yo no lo estoy cambiando para que funcione de acuerdo con mi propio razonamiento. Simplemente comunico lo mismo que Dios me ha mostrado al abrir los ojos de mi corazón” —que es lo que va a venir también en el capítulo 4— “para que resplandezca la gloria del mensaje del Evangelio en mi vida. Ese mismo mensaje, igualito como lo recibí de parte de Dios, así se los doy a ustedes”.

Tres, en Cristo”. Hablamos en Cristo porque fluye de la unión que Pablo tiene con Cristo en su vida diaria. Pablo disfruta y desarrolla su relación con Dios todos los días, y de ahí fluye el mensaje que él comunica con otros, de lo que él ya ha experimentado y lo que sigue experimentando día a día.

Y número cuatro, delante de Dios. Un Dios omnisciente, que finalmente es el único a quien Pablo tiene que rendir cuentas. ¿Quién más? ¿Quién más importa lo que piense de lo que haces o no haces, sino Dios? ¿Cómo rendiremos cuentas delante de Dios sobre el uso de nuestro tiempo, el uso de nuestras palabras, el uso de nuestro esfuerzo diario, en qué estamos enfocados todos los días, cuál es nuestra misión todos los días? ¿De qué se trata mi vida? Un día rendiremos cuentas delante de Dios como el Juez final y perfecto de nuestra esclavitud. ¿Quién es nuestro Amo? Esa es la pregunta más importante. ¿Quién es tu Amo? ¿A quién obedeces?

Así que, hermanos, sea lo que sea que ustedes hagan, sean estudiantes, sean maestros, sean amas de casa, ingenieros, contadores, pastores, nuestra suficiencia está en Cristo. Podemos ser un aroma fragante. Hay una frase que me gusta, que dice: “Solo hay una vida, la cual pronto pasará; solo lo que hagas por Cristo durará.”