Consolados por Dios para consolarnos unos a otros

De la serie: | 📖 (2 Corintios 1:1-11) | 🗓 29 / 9 / 24 | 🗣 | Compartelo:

Introducción

Gracias por ver el video.

Hace dos meses, tres meses, estábamos terminando Primera de Corintios. Y la idea es dar continuidad a este libro, a Primera de Corintios porque hay una carta que se llama Segunda de Corintios. Entonces, queremos ver el mensaje completo que Pablo les dio a esta iglesia.

Otra vez, nada más como un repaso de lo que ya vimos en la serie anterior de Primera de Corintios. Tomamos esta pausa haciendo un estudio del Sermón del Monte, pero regresando otra vez a Primera de Corintios y pensando en algunas de las características de estas cartas.

Tenemos esta iglesia de una ciudad que tiene un crecimiento económico y un crecimiento académico, filosófico, significativo dentro del Imperio Romano. Y entonces también es un lugar de mucha inmoralidad y de muchas prácticas que van en contra de los principios que establece la Palabra de Dios.

Pero Pablo establece una iglesia ahí, lo pueden leer en Hechos capítulo 18. Ahí narra el libro de Hechos cómo se estableció esta iglesia. Pablo establece la iglesia, se va y la iglesia empieza a decaer, va de bajada. Después de un año que comenzó esta iglesia, escribe una primera carta desde Éfeso. A esta carta se hace alusión en Primera de Corintios 5:9. Así que Primera de Corintios en realidad es Segunda de Corintios; hay una carta previa a Primera de Corintios.

Un año después escribe Primera de Corintios, alrededor del año 53. Seis meses después, Timoteo le reporta que, después de haber escrito Primera de Corintios, y ahí es donde estamos básicamente entre estas dos cartas, Pablo le reporta: “Ya les enviaste esta carta, todo lo que estudiamos en Primera de Corintios, pero todavía sigue habiendo muchos problemas en la iglesia”.

Pablo visita Corinto por esta noticia de Timoteo. Vamos a leer eso en el siguiente capítulo, el capítulo 2. Segunda de Corintios hace referencia a esta visita. Luego Pablo envía a Tito con otra carta. Hay una alusión a esta carta en Segunda de Corintios, en el capítulo 2. Otra vez, vamos a estar llegando ahí pronto. Entonces, esa carta se llamaría Tercera de Corintios. Y unos meses después escribe esta carta, Segunda de Corintios en sus Biblias, otra vez entregada por Tito. Pero en realidad, Segunda de Corintios terminaría siendo cuarta carta de Corintios.

Nada más esto es importante, hermanos, porque quiero que entiendan la relación que él tiene con esta iglesia y cuánta atención le pone a esta iglesia. Es una relación muy complicada, de frustración, pero de mucho amor. Los ama profundamente y ellos lo frustran a él profundamente.

Hermanos, así es el ministerio pastoral. Vivimos en constante frustración. ¿Por qué el hermano dice eso y por qué hace esto? pero lo amo, lo amo y vamos a trabajar juntos para ver cómo Dios quiere trabajar en nuestras vidas y que podamos crecer como iglesia.

Entonces, es de ánimo para mí leer Primera y Segunda de Corintios, porque honestamente sí le digo al Señor: “Gracias, Señor, porque no soy pastor de esta iglesia. Gracias porque es esta iglesia”. Y creo que nuestros problemas son un poco más… Honestamente, lo ves en el Nuevo Testamento: diferentes iglesias tienen diferente nivel de problemas. Todas tienen problemas, todas tienen situaciones, claro, pero hay unas que es un poquito más extremo el problema, y esta es una de ellas.

Pablo tuvo más interacción con la iglesia de Corinto que con cualquier otra iglesia, y los problemas de la iglesia de Corinto toman la mayor parte de las cartas de Pablo en el Nuevo Testamento, más que cualquier otra iglesia.

Cuando llegamos aquí a Segunda de Corintios, que es lo que vamos a empezar hoy, tenemos—y lo van a sentir—tenemos una carta muy apasionada de parte de Pablo. Tenemos una carta muy honesta, donde Pablo trata de ser lo más honesto, lo más transparente posible con ellos. Y una carta también donde él está siendo muy vulnerable con esta iglesia. Es una carta donde van a ver los sentimientos, el corazón de Pablo siendo reflejado de una manera que creo que otras cartas no tanto.

Hoy en la mañana estaban mencionando a la iglesia de Filipos y su relación con la iglesia de Filipos. Pero cada iglesia es única, cada iglesia tenía una situación diferente. Y aunque en general podemos ver siempre el amor de Pablo por todas estas iglesias, sí tienen diferentes interacciones.

Bueno, vamos a leer versículos 1 al 11. Giuseppe ya leyó algunos:

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya: Gracia y paz a ustedes de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción, dándoles el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios.

Porque así como los sufrimientos de Cristo son nuestros en abundancia, así también abunda nuestro consuelo por medio de Cristo. Pero si somos atribulados, es para el consuelo y salvación de ustedes; o si somos consolados, es para consuelo de ustedes, que obra al soportar las mismas aflicciones que nosotros también sufrimos.

Y nuestra esperanza respecto de ustedes está firmemente establecida, sabiendo que, como son copartícipes de los sufrimientos, así también lo son de la consolación.

Porque no queremos que ignoren, hermanos, acerca de nuestra aflicción sufrida en Asia; porque fuimos abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, de modo que hasta perdimos la esperanza de salir con vida. De hecho, dentro de nosotros mismos ya teníamos la sentencia de muerte, a fin de que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos, el cual nos libró de tan gran peligro de muerte y nos librará, y en quien hemos puesto nuestra esperanza de que Él aún nos ha de librar.

Ustedes también cooperaron con nosotros con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don que nos ha sido impartido por medio de las oraciones de muchos.

Gracias, Señor, por tu palabra. Gracias por esta carta de Segunda de Corintios. Te pedimos tu bendición al iniciar hoy con este mensaje que has dejado a través del apóstol Pablo para nuestra edificación. Ayúdanos a entender cómo es que quieres transformar nuestros corazones y nuestras vidas para tu gloria. En nombre de Cristo Jesús, Amén.

 

Dios de toda consolación (versículos 1-4)

El llamado de Dios

Ya lo vieron aquí, cuánto énfasis está haciendo Pablo en la consolación. Ese es el tema central de esta sección; tiene que ver con la consolación, y el título de hoy es “Consolados por Dios para consolar a otros”.

¿Dónde empieza Pablo? Empieza hablando del Dios de toda consolación que ustedes leen en el versículo 3. Sin embargo, en sus introducciones a las cartas, Pablo siempre empieza con Dios y hablando de Dios.

La primera cosa que él dice al introducirse a sí mismo es: “Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios”. Así que Pablo mismo está mostrándonos que parte de la consolación de Dios en su vida ha sido el llamado mismo que Dios le ha dado, donde Dios es el que tuvo la iniciativa y dijo: “Sí, Pablo es el que quiero que lleve mi mensaje a todas estas naciones de gentiles”. Él reconoce que esta es una de las características de este Dios, que es el Dios que nos llama.

Los que somos líderes en la iglesia—pastores, ancianos o diáconos—¿qué es lo que hacemos? Nada más queremos… Ese es nuestro propósito, nuestra meta es reconocer a los líderes que Dios ya ha equipado y llamado. Eso es lo que queremos hacer. Por eso tenemos estos oficios de pastores y diáconos en la iglesia, porque creemos que Dios llama a ciertas personas a ese oficio, y la iglesia tiene la responsabilidad de reconocerlo y decir: “Sí, ese fue llamado por Dios para hacer esa obra”.

El propósito de Dios

Pero la otra cosa que dice Pablo es que es “a la iglesia de Dios”. A la iglesia de Dios, lo cual nos muestra que la iglesia no es nuestro proyecto, no es mi proyectito esta iglesia para ver qué quiero hacer con ella. Es la iglesia de Dios; le pertenece a Dios. Y esto es algo que Pablo tiene que acordarse una y otra vez con los Corintios: “Señor, es tu iglesia”. Él nos ha invitado a ser parte de un proyecto que Dios tiene. Él no es nuestro patrocinador nada más: “Oye, para que nos veamos bien, Señor, ¿tú puedes decir…? Sí, sí, yo los patrocino, yo apruebo lo que están haciendo”. O decimos: “Sí, Señor, tú eres el que está haciendo la obra”.

Finalmente, finalmente, es tu responsabilidad, Señor, tu iglesia. Finalmente, no recae realmente sobre mí que la iglesia triunfe o caiga, sino sobre la soberanía y el poder absoluto de Dios en su plan de redención a través de la proclamación del Evangelio de su iglesia.

“Gracia y paz a ustedes de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Gracia y paz”. Bueno, otra vez, creo que Pablo está pensando: “Gracia y paz es lo que necesitan en Corinto”. ¿Y quién les va a dar esa gracia y paz? El Dios de la gracia y paz, nuestro Padre y el Señor Jesucristo es el que puede proveer lo que ustedes necesitan.

El carácter de Dios

Y ahora sí:

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación”.

Aquí, creo que Pablo está no hablando principalmente—es parte de lo que está diciendo—pero no está hablando principalmente de las cosas que Dios nos da: Dios nos da misericordia, Dios nos da consolación. Creo que Pablo lo que realmente está haciendo ahí al describir a Dios como “Padre de misericordias, Dios de toda consolación” es hablar del mismo carácter de Dios.

Antes de que Dios nos dé cualquier cosa, tenemos que entender cómo es Dios. Esto está en su naturaleza: el ser misericordioso, el ser consolador. Eso es parte esencial de quién es Él. Quiere empezar con su propio carácter. ¿Cómo es llamado el Espíritu Santo por Jesús en Juan? Les enviaré un “Consolador”. Esto es la esencia del carácter de Dios para con su pueblo, y la manera en la cual Él se deleita en mostrar su carácter es dándonos misericordia y consolación.

Pero no pensemos que solo son regalos que Dios da; pensemos: esto es quien es Él.

El alcance de su consolación

Bueno, ¿cómo es que nos consuela Dios? Nos consuela también en una amplia gama de consolación:

“El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones”.

Entonces, vamos a estar viendo esto a lo largo de todo el libro de Segunda de Corintios. Pero nuestras tribulaciones y nuestras aflicciones son muchas. Son muchas, y yo estoy seguro de que algunos aquí pueden enlistar listas mucho más largas que otros sobre las aflicciones y tribulaciones que ustedes han vivido.

¿Cómo nos consuela Dios? En todas, todas nuestras tribulaciones. ¿Cómo nos consuela? Bueno, nos consuela, creo yo, de la misma manera que confortaba a los santos del Antiguo Testamento. ¿Cómo confortaba, cómo consolaba a los santos del Antiguo Testamento? Recordándoles quién es Él. “Esto es quien soy yo. Este es mi carácter, mi naturaleza. Esta es mi promesa para ti. ¿Me crees? ¿Crees que te estoy diciendo la verdad? Aun cuando las cosas no están funcionando como tú quisieras que funcionaran”.

Entonces, ¿cómo consolaba Dios a los santos en el Antiguo Testamento? Los consolaba como leemos en el Salmo 16:2, cuando el salmista dice: “Yo dije al Señor: Tú eres mi Señor; ningún bien tengo fuera de ti”. O como decía Asaf en el Salmo 73:25: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”. O como leemos en Lamentaciones capítulo 3, versículo 22, que:

“Las misericordias del Señor jamás terminan, pues nunca fallan sus bondades. Son nuevas cada mañana; grande es tu fidelidad. El Señor es mi porción, dice mi alma; por tanto, en Él espero”.

O si vamos al Nuevo Testamento, encontramos la consolación que Dios nos da, por ejemplo, a través del mismo apóstol Pablo en Romanos 8, versículo 35:

“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia o persecución o hambre o desnudez o peligro o espada? Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Porque estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados, ni lo presente ni lo porvenir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.

Todas esas consolaciones están completamente fundamentadas en el carácter y en los atributos de Dios. Entre más conoces a Dios, más consolado serás. Dios es un Dios de toda consolación.

 

Consoladores de cualquier aflicción (versículos 4-10)

El consuelo que recibimos siempre será proporcional al sufrimiento

Pero el asunto con el que está lidiando Pablo surge aquí, en la segunda mitad del versículo 4, porque dice:

“Para que también nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción, dándoles el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios. Porque así como los sufrimientos de Cristo son nuestros en abundancia, así también abunda nuestro consuelo por medio de Cristo”.

Entonces, lo que está diciendo Pablo aquí es: vean lo que Dios ha hecho por nosotros y dense cuenta de que el propósito de la aflicción de Cristo en este mundo cuando Él se encarnó fue su gloria, pero su gloria a través de nuestra consolación. La aflicción de Cristo fue para nuestra consolación.

Entonces, el razonamiento de Pablo es: ¿cuál es el propósito de tu aflicción? ¿Para qué sufres tú? Ya lo vieron, está la respuesta muy clara. ¿Para qué? Van a encontrar ese “para” en varios lugares de todo este pasaje y un “a fin de que”. Pero este “para qué” es súper importante porque nos establece el propósito claro por el cual Dios permite todas nuestras tribulaciones.

Dios permite todas nuestras tribulaciones para que también nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción. Lo cual nos lleva al segundo punto, que es: Dios nos ha llamado a ser consoladores de cualquier aflicción.

Si Dios nos puede consolar de lo que sea, lo que eso significa es que nosotros podemos consolar de lo que sea. Y este es un principio, hermanos, de la consejería bíblica. Y algunos de ustedes han estado escuchando todo lo que hemos venido diciendo sobre consejería bíblica, pero el principio es realmente este: que nosotros, si hemos recibido de parte de Dios consolación, sabemos perfectamente cómo podemos consolar a otros cuando ellos pasan por tribulaciones.

Pero aquí está la clave: tú solo puedes dar lo que primeramente has recibido. La razón por la que alguien no está capacitado para consolar es porque no sabe cómo es ser consolado. Lo cual, hermanos, pone una nueva perspectiva sobre nuestras aflicciones, porque significa que entre más afligido has estado en tu vida y entre más Dios te ha consolado, más efectivo puedes ser en el ministerio.

Y de hecho, no puedes tener un ministerio efectivo sin que hayas pasado algún tipo de aflicción en tu vida. ¿Cómo vas a consolar? ¿Qué les vas a decir a las personas? “Ah sí, a mí siempre las cosas me salen bien. Lástima por ti”.

Y miren, hermanos, sí hay diferentes grados de sufrimiento, y la tentación en algunos aquí va a ser decir: “Hermano, es que usted no sabe cuánto yo he sufrido, y la verdad es que el consuelo de Dios no ha sido suficiente en mi vida. Sí me ha consolado Dios, pero mi sufrimiento es más de lo que Dios puede consolar, porque parece que a Dios se le ha olvidado que aquí estoy y me deja pasar por una situación tras otra situación. Es demasiado”.

Bueno, por si piensan que lo que ustedes han vivido es demasiado, por eso es que Pablo da su propio testimonio aquí. ¿De qué está hablando en los versículos 8, 9, 10? Lo que les pasó en Asia, dice:

“Fuimos abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, de modo que hasta perdimos la esperanza de salir con vida. De hecho, dentro de nosotros mismos ya teníamos la sentencia de muerte, a fin de que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos”.

Pablo está diciendo: en algún momento—no sabemos exactamente qué pasó; ¿las bestias en la arena de Éfeso? ¿Enfrentaron eso? ¿O el alboroto que causó Demetrio y que querían lincharlos? ¿Alguna sentencia en prisión? ¿Hambre severa? ¿Enfermedad? No estamos seguros bien de qué está hablando Pablo, pero parece ser que en algún momento Pablo hizo la pregunta de: “¿Qué va a pasar con nosotros?”, y la respuesta que recibió—no sabemos de quién, pero a eso se refiere cuando dice “la sentencia de muerte”—”Recibimos la sentencia de muerte”. Alguien les dijo: “No, se van a morir. Ese es su fin”.

Pablo—va a venir esto más adelante también, ya lo vimos algo en Primera de Corintios, pero también en Segunda de Corintios vienen varias cosas acerca de los sufrimientos de Pablo: cómo fue apedreado por una multitud, cómo fue encarcelado, todos los sufrimientos de ser lacerado, estar a punto de la muerte varias veces. Si ustedes leen en Hechos, naufragó, momentos en que pasó hambre.

A ver, ¿quién te está diciendo que has sido consolado por Dios? Y fíjense bien lo que dice el versículo 5:

“Porque así como los sufrimientos de Cristo son nuestros en…” ¿en qué? “En abundancia”. O sea, sí, sufrimos mucho. Y no está hablando aquí de que compartimos con Cristo sus sufrimientos en relación a la expiación, el sufrimiento expiatorio de Cristo; está hablando de cómo al relacionarnos con Cristo, la gente nos va a discriminar. El estar asociado con Él implica oposición de otros e implica un cierto nivel de sufrimiento para todo cristiano. Jesús advirtió sobre eso durante todo su ministerio.

¿Pero qué dice Pablo en la segunda mitad? “Así también abunda nuestro consuelo”. Entre más sufríamos, más éramos consolados.

Aquí está el principio, hermanos: el consuelo que recibimos siempre, siempre será proporcional al sufrimiento que padecemos. Siempre, de parte de Dios.

El problema, honestamente, es que no buscamos el consuelo de Dios; buscamos otro tipo de consuelos en medio de nuestro sufrimiento. Es por eso que no nos sentimos consolados.

Escribí un libro hace como dos años, y está ahí en la librería, que se llama “Si Dios es bueno, ¿por qué existe el mal?”. Y en ese libro, el último capítulo escribí solo historias, testimonios de amigos míos que han pasado por cosas que yo no me imagino pasar. Yo no sé cómo sería pasar por esas cosas. Es otro nivel de aflicción.

Yo conté mi propia historia ahí, o sea, conté lo que pasó en el 2018, cuando fallecieron mis papás. Primero mi papá por un infarto, y dos semanas después mi mamá por el tema del cáncer que tenía. Dos semanas entre los dos, y eso fue algo muy difícil, y cuento esa historia.

Pero también cuento la historia de un amigo mío, un pastor que estaba sirviendo en la iglesia, así como estamos nosotros aquí, y estaban trabajando en una plantación. Y él trabajaba con su cuñado y con su suegro en la iglesia. Y un día su cuñado fue secuestrado y pedían un rescate por él. Entonces el suegro, o sea, el papá, va y lleva el rescate, y después él desaparece. Y después los encontraron a los dos asesinados.

Entonces, cuando mi amigo me contaba esa historia, yo pensaba: hay niveles, hay niveles de aflicción y sufrimiento en esta vida. De repente, mi propia queja con Dios: “Ay, Señor, sí sufrí mucho”.

Y cuento la historia de otro amigo, un amigo de otra iglesia, cuyo hijo se suicidó a los 21 años. Y me acuerdo, me dijeron: “¿Puedes hablar en el funeral?”. Me pidieron hablar en el funeral, y la verdad no estaba seguro qué decir. Era una situación muy complicada. Pero he visto la gracia de Dios en él, he visto la gracia de Dios en su familia, que lo ha sustentado en medio de esa situación.

Entonces, digo, esas son algunas historias; hay más. Pero cuando consideramos nuestro sufrimiento y pensamos que no hay suficiente consolación, nada más Acuérdense, Pablo dice: hubo suficiente consolación para él, aun cuando parecía que ya se iba a morir, aun cuando parecía que era su último día de vida. Él tenía consolación en abundancia de parte de Dios.

Hermanos, ¿cómo reaccionamos cuando sufrimos aflicción? Por eso está escrito este pasaje, porque ya sabemos cómo somos normalmente. Nos damos lástima a nosotros mismos, ¿no? “Pobre de mí”. Esa es nuestra primera reacción, es sentirnos mal por nosotros mismos. Y la segunda reacción que tenemos es dejar que crezca amargura en nuestro corazón porque estamos pasando por esa situación.

Cuando nosotros pasamos por una situación difícil, es muy raro, muy raro—y eso es… O sea, cuando yo estaba meditando sobre esto, dije: “No sé si jamás he hecho esto que dice Pablo”. Es muy raro que mi primer pensamiento cuando yo estoy en agonía, cuando yo estoy sufriendo, sea: “¿Qué hay de los demás?”. Eso no es lo que me pasa por la cabeza cuando yo estoy sufriendo.

Yo soy—tengo que confesarlo—soy un poco exagerado cuando sufro, y especialmente cuando es una aflicción física. Cada vez que me da fiebre—no es muy seguido, pero cada vez que me da fiebre o algo así—junto a mi familia, me empiezo a despedir de todos y empiezo a pensar en cómo van a vivir sin mí. Y le digo a mi hijo  “Ahí está, hay un seguro de vida, y asegúrate de…” Y ya al siguiente día ya estoy bien.

Pero esta es nuestra tendencia. Cuando nosotros estamos sufriendo, lo que queremos es que la gente piense en nosotros. Nosotros no queremos pensar en otros; nosotros queremos que otros piensen en mí.

Y Pablo está poniéndonos una perspectiva completamente diferente. Y normalmente, inclusive, decimos: “Ay, sí, cómo me ataca Satanás, ¿no? Es el enemigo”. Pero Pablo está yendo más allá de nuestra aflicción para que, en lugar de que pensemos: “¿Por qué yo?”—eso es lo primero que nos entra a la cabeza: “¿Por qué yo?”—y la segunda cosa que pensamos es: “¿Nadie va a ver lo que me está pasando?”. Lo que Pablo dice en este pasaje es, en vez de pensar: “¿Por qué yo?” y “¿Por qué a nadie le importo?”, es: “¿Quién más?” y “¿Para qué? ¿Para qué es este sufrimiento?”.

Porque Pablo sabe que somos cegados en nuestra aflicción a este “para qué” del versículo 4. Nuestra aflicción nos ciega; no vemos, no somos capaces de decir: “¿Para qué?”. Se dan cuenta de que cuando sufrimos, pensamos que el ser consolados por Dios es… o es nada más simplemente ser consolados, es la meta final, es lo único que queremos, es que alguien nos consuele, que pase el sufrimiento. No pensamos en comodidades; estamos en una mentalidad tan individualista, no estamos pensando en que somos parte de un cuerpo, de una familia, y que lo que yo estoy pasando debe de tener algún propósito en relación a mis hermanos y hermanas.

Nada en la vida de Pablo fue interpretado por él como algo que existiera o ocurriera solo por causa de él. “Como Dios me ama, por eso me deja pasar estas cosas”. Eso es parte de la respuesta, pero Pablo siempre veía más allá y decía: “Dios me está permitiendo pasar estas cosas para que yo pueda ser más efectivo en mi servicio a otras personas que me rodean”. Era para ellos.

Entonces, este es el segundo principio aquí: el sufrimiento de la vida cristiana siempre tiene un propósito divino. No hay ningún sufrimiento ni tribulación en nuestras vidas que Dios vaya a desperdiciar.

Romanos 8:28 dice:

“Porque sabemos que todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios y han sido llamados conforme a su propósito”.

Pero la otra cosa que van a encontrar… Y vean, nos dice el versículo 6:

“Si somos atribulados, es para el consuelo y salvación de ustedes”.

Y aquí “salvación”, recuerden, esta palabra es la misma palabra de sanidad, de ser sanados. A veces se traduce “salvado” o a veces se traduce “sanado”. Yo creo que “salvación” está hablando acerca de la manera en que Dios restaura las vidas de las personas con las cuales Pablo está interactuando porque Pablo ha sufrido y son restaurados.

Y dice Pablo: “No hay pierde. Si somos consolados, ustedes son consolados; y si ustedes sufren, entonces también son consolados; y si yo sufro, ustedes son consolados. Pase lo que pase, hay consolación al final”.

Y vean lo que dice al final del versículo 9. Número uno: el sufrimiento de la vida cristiana siempre tiene un propósito divino, que es poder consolar a otros.

El sufrimiento de la vida cristiana siempre tiene un propósito divino

  • Poder consolar a otros
  • Depender y confiar más en Dios

Pero número dos, dice el versículo 9, que lo que Pablo vivió fue:

“A fin de que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos, el cual nos libró de tan gran peligro de muerte y nos librará, y en quien hemos puesto nuestra esperanza de que Él aún nos ha de librar”.

Entonces, Pablo muestra que también el sufrimiento de la vida cristiana es para depender y confiar más en Dios. Pablo está diciendo: “¿Saben por qué sufrí? Porque me estaba volviendo demasiado independiente de Dios. Porque ya estaba empezando a confiar demasiado en mí mismo. Mira, Pablo, qué ministerio tan exitoso, y mira cómo la gente te respeta, y mira, Pablo, tu conocimiento como fariseo y tu conocimiento de las Escrituras”. Y él empieza a pensar en todo lo bueno que Dios está haciendo a través de él, y él se empieza a jactar—y esto va a venir más adelante en esta carta—se empieza a jactar, se empieza a elevar, y Dios hace algo para nada más recordarle: “Acuérdate, Pablo, que dependes de mí. Y acuérdate de que yo decido cuál es tu último día de vida. No voy a permitirte, Pablo, olvidar cuánto me necesitas”.

Y a lo mejor va a ser extrema la manera en que te voy a recordar cuánto me necesitas, porque va a ser que estés al borde de la muerte.

Yo no sé cuántos de ustedes han estado en esa posición donde pensaban genuinamente que ya se iban a morir. Pero a veces eso es lo que Dios usa para hacernos reaccionar y decir: “Sí, Señor, sí te necesito”.

Pablo ve un milagro sucediendo donde él lo rescata y dice: “Bueno, Dios nos va a librar. No nada más nos libró, Él nos va a librar todas las veces que Él quiera librarnos, porque estamos en sus manos y Él es más poderoso que todos nuestros enemigos”. Y vean cómo plantea la esperanza que él tiene:

“Sino en Dios…”

¿Para qué? “Para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos”. Y es interesante que no dice “que resucitó a Jesús”, como en tiempo pasado; “Dios que resucita”, ese Dios que sigue teniendo ese mismo poder es el que está presente en nuestras vidas, y si Él puede resucitar a los muertos, puede hacer lo que sea.

Entonces, lo más amoroso que Dios puede hacer por nosotros es llevarnos a encontrar mayor satisfacción en Él. Eso es lo más amoroso que Dios puede hacer por nosotros. Y tenemos que agradecerle a Dios que es siempre el camino del dolor por el cual pasamos, y nos está dirigiendo hacia depender más de Él y amarlo más a Él.

Es lo más precioso, el tesoro más grande que tenemos en nuestras vidas: “Señor, sí, ayúdame a acordarme de que Tú eres más importante que todas estas cosas temporales”.

¿Por qué es que la aflicción es la que normalmente nos lleva a atesorar más a Dios? ¿Por qué? ¿Alguna vez han tenido sed? ¿Realmente sed? Donde es lo único que pueden pensar es: “Necesito agua”. ¿Cuándo valoran el agua? ¿Cuándo la valoran? ¿Cuándo sabe completamente diferente la misma agua? Cuando has experimentado una sequía en tu boca, en tu cuerpo, que hace que eso es lo único que puedas pensar; es lo que empiezas a añorar completamente y te das cuenta de que eso es lo único que te va a satisfacer. Y que no, no me ofrezcas un pollo frito, no, no me ofrezcas un nuevo iPhone.

Pero nuestra mente está… Pero les aseguro que si estuvieran muriendo de sed, muriendo de sed, no hay nada en este mundo que les podrían ofrecer que fuera más valioso que lo que pudiera refrescarlos como un vaso de agua.

Creo que eso es lo que Dios hace con nosotros. Nos pone a través de una posición que nos hace tener sed, darnos cuenta de cuánto lo necesitamos. Dios no cambia, pero nuestra situación sí cambia, así como el agua no es diferente, pero nuestra percepción del agua sí es diferente.

Dios será más glorificado en nosotros normalmente entre más aprendamos cuánto lo necesitamos, y eso lo aprendemos a través de las aflicciones de esta vida. Pero tú y yo, hermanos, no vamos a morir ni un día antes de que nuestro trabajo en esta tierra esté terminado. Dios sabe exactamente qué es lo que falta, cuánta aflicción más sigue, y podemos descansar en que Él es completamente soberano en esa área. “Señor, Tú has determinado mis días. Tú muéstrame cómo puedo seguirte sirviendo fielmente, pase lo que pase”.

Y la aflicción, lo vemos en la parábola de los tipos de tierra, revela muchas veces quiénes no son verdaderos discípulos de Cristo, porque cuando llega la aflicción, niegan a Jesús y se apartan de la fe. No lo ven como una oportunidad para amar a Dios más; lo ven como una razón para tener amargura contra Dios.

Consolación en la oración (versículo 11)

El medio que Dios usa para cumplir sus propósitos

Entonces, mi último punto es el versículo 11. Dice el versículo 11:

“Ustedes también cooperaron con nosotros con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don que nos ha sido impartido por medio de las oraciones de muchos”.

Mucho del consuelo, hermanos, mucho del consuelo que hay en la vida cristiana unos por otros, viene a través de la oración, de orar unos por otros. Y me llamó la atención porque Marco mencionó eso hoy en la mañana, justamente. Él no sabía lo que yo iba a decir, pero dijo: “Piensa en alguien y ora por esa persona, y ora con gozo por esa persona, y dile que estás orando por ella”.

¿Qué tan seguido le decimos a alguien de esta iglesia, de mis hermanos en Cristo: “Estoy orando por ti”? ¿Saben cuánta consolación puede ser eso en la vida de una persona? Si Dios trae a tu mente a alguien, ora por ellos y déjale saber que estás orando por ellos. Y creo que ese es el tipo de dinámica que se empieza a generar en una iglesia que está buscando siempre cómo consolarnos unos a otros.

¿Para qué es la oración, hermanos? ¿Cuál es el propósito de la oración en la vida cristiana? ¿Dios hace lo que nosotros le decimos que haga o lo que Él quiere hacer? ¿Cuál de los dos es? Bueno, esa es la respuesta correcta. Pero entonces la pregunta es: ¿para qué oramos entonces? Si Dios ya va a hacer lo que Él quiere hacer, si no importa si yo oro o no oro, Dios es soberano y Dios hace lo que Él quiere, entonces, ¿para qué oramos?

Y esto es una pregunta tan importante, hermanos, porque toda nuestra teología de la oración tiene que tener esto claro: cómo funciona la soberanía de Dios y nuestras peticiones delante de Dios de una manera en la cual ambos tienen sentido y ambos son ciertos. Y esta es la respuesta: la oración es el medio que Él ha escogido para cumplir Sus propósitos en este mundo.

Entonces, no es que Dios dice: “Yo voy a hacer lo que yo quiera hacer”, nada más. Sino que Dios dice: “Esto es lo que yo voy a hacer, y así es como lo voy a hacer. Va a ser a través de sus oraciones”. Dios sigue haciendo lo que Él quiere hacer, pero Él ha ordenado que sea a través de la oración de los santos que Él actúa en medio de Su pueblo.

¿Entienden? Vean, por ejemplo, Filemón 1:22 dice:

“Al mismo tiempo, prepárame también alojamiento, pues espero que por las oraciones de ustedes les seré concedido”.

Que a través de sus oraciones yo llegaré a ustedes. O Filipenses 1:19 dice:

“Porque sé que esto resultará en mi liberación mediante las oraciones de ustedes y la provisión del Espíritu de Jesucristo”.

“Yo seré liberado mediante las oraciones de ustedes”. Y hay un capítulo que he predicado muchas veces en muchas iglesias, que es Hechos 12, donde Pedro sale de la cárcel, y Lucas quiere que veamos que Pedro sale de la cárcel y la iglesia está orando por él, aunque se sorprenden cuando se aparece y no le creen a Rode que ahí está. Pero el punto es: Dios está usando el medio de las oraciones de los santos para lograr Sus propósitos.

Romanos 15, versículo 30, dice:

“Les ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que se esfuercen juntamente conmigo en sus oraciones a Dios por mí, para que sea librado de los que son desobedientes en Judea, y que mi servicio a Jerusalén sea aceptable a los santos, y para que con gozo llegue a ustedes por la voluntad de Dios y encuentre confortante reposo con ustedes”.

Dice Pablo que es a través de sus oraciones.

Entonces, el medio que Dios usa para cumplir Sus propósitos es la oración, y es el medio principal a través del cual Dios nos consuela.

  • En los que oran al experimentar el gozo de ser instrumentos de Dios

Quiero mostrarles cómo funciona. Cuando oramos por otros, los que oran experimentan el gozo de ser instrumentos de Dios, de bendición para alguien más. “Señor, gracias porque contestaste mi oración por él, porque veo cómo has trabajado en su vida, y yo he estado orando por él, y es un gozo para mí ver que yo fui parte de eso”. Sí, fuiste tú, Señor, pero me usaste a mí.

  • Por los que se ora al experimentar el gozo de recibir las bendiciones de Dios

Dios usa la oración por los que se ora al experimentar el gozo de recibir las bendiciones de Dios. Por eso les digo que es bueno que le digan a alguien: “Estoy orando por ti”, porque entonces saben que, de alguna manera, lo que tú hiciste por ellos, tu oración, forma parte de la bendición que Dios trajo a su vida, la consolación que trajo a su vida.

  • Al que se ora experimenta el gozo de la gratitud para ser glorificado al intervenir consolando de una manera en que solo Dios puede hacer

Y número tres, al que se le ora—que siempre es Dios, porque al que se le ora, o sea, Dios—experimenta el gozo de la gratitud para ser glorificado al intervenir consolando de una manera en que solo Dios puede hacer. Por eso Dios es glorificado, porque solo Dios puede contestar las oraciones, solo Dios puede hacer las cosas que Él hace.

Entonces, nunca asumamos que Dios nos dará algo aparte de la oración cuando Él ha ordenado darnos cosas solamente a través de la oración. Si no pedimos, Dios no da, dice Santiago. Y si Dios no da, la gente no recibe. Y si la gente no recibe, Dios no será agradecido. Y si Dios no es agradecido, Dios no es glorificado en nuestras vidas. ¿Entienden cómo se ve esa cadena?

Conclusión

Así que si tú estás viviendo aflicción y desánimo en tu vida, este mensaje es para ti. Ora a Dios preguntándole: “¿Para qué estoy viviendo esta tribulación? No por qué, ¿para qué?”. Y cuando oramos a Dios, le pedimos: “Señor, consuélame grandemente en la abundancia de la consolación que solo Tú puedes dar, porque yo sé que hay suficiente consolación para cualquier circunstancia que yo pueda vivir en mi vida. Consuélame con un consuelo sobreabundante para que yo también pueda consolar a los que están sufriendo hoy”.

Vamos a cantar juntos sobre el Dios que está en control y tiene un propósito para todas las circunstancias de nuestra vida.