Disciplina y restauración
De la serie: 2 Corintios | 📖 (2 Corintios 2:5-11) | | 🗣Nathan Díaz | Compartelo:
Vamos a meditar sobre este capítulo 2 de Segunda de Corintios. Estuvimos hablando acerca de la complejidad que hay en la relación entre Pablo y la iglesia de Corinto, todas las críticas que él recibía de parte de esta iglesia, y una relación un poquito… y sentimos esa tensión en la manera en que escribe en estos primeros capítulos, donde él está tratando de explicar la autoridad de su apostolado y sus motivaciones para con ellos.A lo largo de toda la carta, veremos que Pablo responde a muchas de las objeciones que surgían hacia su autoridad dentro de la iglesia, sobre todo en temas como la recolección de dinero y otras cuestiones que generaban problemas en la iglesia de Corinto.
Lo que vimos el domingo pasado y lo que está sucediendo en los versículos 5 al 11 complica más la relación entre Pablo y los Corintios, porque él está tratando de traer un balance a la iglesia. Tenemos la tendencia a ser muy extremistas en nuestras maneras de hacer las cosas en la iglesia. Ya he hablado de esto antes. La mayoría de las iglesias tienden hacia el liberalismo o hacia el legalismo, y cuando tratan de corregir el liberalismo, a veces se van al extremo del legalismo. Otras veces, en iglesias con un trasfondo muy legalista, cuando tratan de corregir ese legalismo, se vuelven demasiado liberales. Esta tensión la podemos ver en Segunda de Corintios, y Pablo trata de balancear las cosas.
Es un tema difícil, y no es mi favorito, pero aquí está. Probablemente haya iglesias que no tendrían un sermón sobre este tema, que es la disciplina en la iglesia. ¿Cómo debe ser la disciplina en la iglesia? ¿Cómo se debe ver? Es importante que leamos juntos los versículos 5 al 11 del capítulo 2. Vamos a regresar al principio del capítulo 2, ya que esto nos da un contexto más amplio. Pablo escribe: “¿Quién me alegrará, sino aquel que me entristecía? No tenga tristeza de parte de los que debieran alegrarme, confiando en todos ustedes de que mi gozo sea el mismo de todos ustedes. Pues, por la mucha aflicción y angustia de corazón les escribí con muchas lágrimas, no para entristecernos, sino para que conozcan el amor que tengo especialmente por ustedes”. Hasta ahí estudiamos el domingo pasado.
Pues, por la mucha aflicción y angustia de corazón les escribí con muchas lágrimas, no para entristecernos, sino para que conozcan el amor que tengo especialmente por ustedes. Hasta ahí estudiamos el domingo pasado. Pablo continúa: “Pero si alguien ha causado tristeza, no me la ha causado a mí, sino hasta cierto punto, para no exagerar, a todos ustedes”. Es suficiente para tal persona el castigo que le fue impuesto por la mayoría. Así que, por el contrario, ustedes deberían perdonarlo y consolarlo, no sea que sea abrumado por tanta tristeza. Les ruego que reafirmen su amor hacia él. Pues también con este fin les escribí, para ponerlos a prueba y ver si son obedientes en todo. Pero a quien perdonen algo, yo también lo perdono, porque lo que yo he perdonado, si algo he perdonado, lo hice por ustedes en presencia de Cristo, para que Satanás no tome ventaja sobre nosotros, pues no ignoramos sus planes”.
Señor, gracias por tu palabra y te pedimos que tú nos confrontes a través de ella hoy, en nombre de Cristo Jesús.
La disciplina y restauración:
Ya vieron aquí que Pablo está hablando de algún individuo dentro de la iglesia de Corinto. ¿Quién es este hombre del que está hablando? ¿Qué hizo? Alguien fue puesto en disciplina por la iglesia de Corinto. Si recuerdan, la última vez que hablamos de disciplina en la iglesia fue cuando estábamos estudiando Primera de Corintios, capítulo 5, donde se describe una situación muy explícita: un hombre estaba durmiendo con la esposa de su padre. Es una situación extraña, no conocemos todos los detalles, pero parece que el hombre era persistente en su pecado y no quería arrepentirse. Pablo dice en el versículo 4: “En el nombre de nuestro Señor Jesús, cuando estén reunidos y yo con ustedes en espíritu, entreguen a este tal a Satanás para la destrucción de su carne, a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús”. Este tema regresa en el capítulo 2 de Segunda de Corintios.
¿Es este el hombre del que está hablando Pablo aquí? La iglesia de Corinto sí disciplinó a aquel hombre que estaba durmiendo con la esposa de su papá, y ahora él, aparentemente arrepentido, regresa a la iglesia, pero no lo están tratando muy bien. ¿Es este un hombre que confrontó a Pablo después de escribir Primera de Corintios? Pablo envió la carta con Timoteo, y Timoteo regresó con un reporte de que las cosas no iban bien.
Entonces, Pablo hizo una visita rápida, que es la que menciona al principio del capítulo 2, una visita de tristeza, donde parece ser que hubo un hombre (probablemente otra persona) que, como líder, se opuso a Pablo públicamente y le dijo: “No, Pablo, cambias de opinión”, criticando por sus acciones, como vimos el domingo pasado. Puede ser que haya algún hombre aquí que se opuso a Pablo. Hay otras pistas en la carta que sugieren que probablemente ese sea el caso. No sabemos exactamente a quién se está refiriendo Pablo en este caso. El punto es que alguien causó problemas, y se los causó a Pablo al confrontarlo. Pero entonces la iglesia decidió disciplinar, y la mayoría… En breve veremos con más detalle cómo se dio este proceso, porque creo que es importante entender bien el proceso de disciplina en la iglesia.
La mayoría dijo que sí, que se iba a disciplinar a este hombre. No sabemos quién es, ni exactamente qué hizo, pero en algún momento fue disciplinado por la iglesia. Ahora, veamos cómo debe ser la disciplina y para qué es. Esos son los tres puntos que tengo hoy: primero, por qué debe haber disciplina; luego, cómo debe ser; y, por último, para qué es. Creo que eso es de lo que trata este pasaje y también el de Primera de Corintios 5. Hay cosas que mencionaré hoy que ya mencioné cuando estábamos estudiando Primera de Corintios 5.
Entonces, número uno: ¿por qué debe haber disciplina en la iglesia? Bueno, porque en estos casos hay un pecado no arrepentido. Alguien está perseverando en un pecado que es muy obvio y público. Lo saben, pero no está cambiando su conducta. Si persiste en el pecado y la iglesia lo confronta, pero no quiere arrepentirse, ahí es donde entra la disciplina de la iglesia. Ya hablé de esto cuando estudiamos Primera de Corintios 5. En ese caso, el pecado era el de este hombre que estaba durmiendo con la esposa de su papá. Todos lo sabían, aparentemente, pero lo dejaban seguir viviendo de esa manera, quizá porque también era alguien que contribuía financieramente a la iglesia de manera significativa. Esto siempre representa un reto para los líderes, quienes podrían pensar: “Bueno, es su vida, él sabrá”. Pero Pablo dice: “No, no, no, si él persiste en ese estilo de vida, si no se arrepiente y es algo público, y ustedes saben que es un pecado grave, tienen que hacer algo. Entrégalo a Satanás para que se arrepienta”.
Ese es, en realidad, el punto de esta parte de Segunda de Corintios, donde Pablo enfatiza lo que pasa después de la disciplina, cuando alguien sí se ha arrepentido. Entonces, el primer punto es cuando hay un pecado no arrepentido. El segundo es simplemente porque consideramos que la santidad de Dios es importante. Queremos que la iglesia refleje la santidad de Dios. Dios quiere una esposa, una iglesia pura, que esté siendo constantemente santificada. Efesios 5:25 dice: “Maridos, amen a sus mujeres así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentar a sí mismo una iglesia en toda su gloria, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada”.
Hay muchos otros pasajes que hablan de la santidad de Dios. Y dado que Dios es santo, “sed santos como yo soy santo”. Esa es la conexión entre la iglesia y Dios. Una iglesia que toma en serio la disciplina está tomando en serio la santidad de Dios. Ese es el punto de la disciplina: que la iglesia muestre que está preocupada por la santificación de sus miembros. El tercer punto es el testimonio de la iglesia. La iglesia es la embajada que Dios ha puesto en este mundo para reflejar su reino en la tierra, para avanzar su reino, y por eso tenemos la responsabilidad de ser percibidos por el mundo exterior como personas que no viven de la misma manera que el mundo vive. No hacemos lo mismo que el mundo, y ese testimonio debe ser muy claro para quienes no son cristianos.
Si no ven mucha diferencia y piensan: “Hacen lo mismo, dicen lo mismo, actúan igual”, vean el requisito para los ancianos y pastores. El requisito de los pastores no es exclusivo de ellos en cierto sentido, porque tanto los pastores o ancianos como los diáconos modelan un estilo de vida cristiano normal, tal como debería ser para todo cristiano. No es nada extraordinario. Simplemente deben estar modelando lo que dice Primera de Timoteo 3:7: “Debe gozar también de una buena reputación entre los de afuera de la iglesia”.
¿Qué piensan los de afuera sobre nosotros? Esto es importante para que no caigamos en descrédito y en el lazo del diablo. El otro día bajé a un taller, al que ya había ido años atrás, y la secretaria me dijo: “Usted es como el padrecito de los evangélicos”. No sé cómo explicaba ella esta analogía, pero bueno, no es exactamente así. Sin embargo, el mundo tiene una percepción sobre nosotros, sobre lo que hacemos, lo que creemos y cómo vivimos.
¿Por qué no hay disciplina a veces en la iglesia? ¿Cuáles son las razones por las que algunas iglesias no disciplinan? La primera es la falta de enseñanza sobre la disciplina. Y por eso dedicamos este domingo a hablar de ello. No es el tema de todos los domingos, pero a veces hay ignorancia dentro de la iglesia sobre el propósito de la disciplina. No entendemos su función y propósito, y por eso estamos hablando de ello hoy.
Algunas iglesias simplemente no tienen ningún tipo de sensibilidad al pecado y viven exactamente igual que el mundo. Otra razón es que existe un fuerte sentido de individualismo en nuestra cultura, donde cada quien vive su vida y siente que nadie tiene derecho a interferir. Por lo tanto, no rendimos cuentas sobre nuestras acciones. La actitud que surge cuando alguien intenta intervenir es: “¿Qué te importa? ¿Por qué te metes en mi vida?” Este sentido de individualismo, que es contrario al mensaje de comunidad en Primera y Segunda de Corintios, puede generar que la iglesia no comprenda la importancia de la disciplina.
A muchos de nosotros, incluyéndome, no nos gusta la confrontación. La verdad es que nos estresa mucho confrontar a alguien, acercarse y decirle: “Hermano, esto es lo que está sucediendo en tu vida, y me preocupa”. Nos acercamos y, si la persona se enoja, decidimos: “Mejor no decir nada”. Esta dinámica de confrontar en amor es complicada, y la reacción de la gente a veces nos hace preferir ignorar el problema, pensando: “El tiempo cura todo”.
Otras personas, como ya mencioné, tienden a ser extremistas. Algunos han visto abusos de la disciplina dentro de las iglesias, y esto es lo que está sucediendo en este pasaje, donde la disciplina va demasiado lejos. Una persona que ha experimentado mucho legalismo dentro de la iglesia puede querer reaccionar de forma opuesta, pensando: “Toda disciplina es un abuso”. Si lo has visto, es probable que pienses de esta manera. Hay iglesias que se disciplinan por cosas triviales. He escuchado historias, y no mencionaré detalles, pero uno se pregunta: “¿En serio? ¿Te disciplinaron por eso?”
A veces, el control que una iglesia quiere ejercer sobre sus miembros parece excesivo. Cualquier cosa que los líderes sienten que no controlan puede convertirse en motivo de disciplina. Estas son, en general, las razones por las que algunas iglesias no disciplinan. Pero veamos ahora cómo debe ser la disciplina y para qué es.
Entonces, ¿cómo debe ser la disciplina?
Versículo 5: “Si alguien ha causado tristeza, no me la ha causado a mí, sino hasta cierto punto para no exagerar, a todos ustedes”.
Regresemos al versículo 4. Esto es lo que vimos el domingo pasado, pero aquí Pablo está expresando su sentir. Cada vez que hay algo que corregir o exhortar, Pablo no lo hace con ánimo de jactancia o superioridad hacia las personas que está disciplinando. Lo hace con un verdadero corazón de tristeza y quebrantamiento por la iglesia. Dice: “Pues por la mucha aflicción y angustia de corazón les escribí con muchas lágrimas, no para entristecernos, sino para que conozcan el amor que tengo especialmente por ustedes”.
Pablo dice: “Si alguien ha causado tristeza, no me la ha causado a mí, sino hasta cierto punto, para no exagerar, a todos ustedes”. Quiero que entiendan esta dinámica. Primeramente, el corazón de la disciplina: nunca gozamos ni nos alegramos de que haya pecado dentro de la iglesia ni de la oportunidad de exhibir públicamente a alguien. Esto lo hacemos dentro de la reunión de miembros cuando hay un tema de disciplina. Ha habido ocasiones en las que tenemos que hablar y decir: “Esto está pasando con este miembro. Este es el pecado en el que está viviendo y no se arrepiente, no está cambiando de rumbo. Por lo tanto, no podemos respaldar su testimonio como cristiano, y por lo tanto, no es miembro, y está en disciplina”.
En un momento vamos a ver qué sigue, pero lo decimos en un espíritu de tristeza, de dolor. Espero que eso se comunique cuando esté dentro de este lugar. Espero que sientan ese pesar de corazón que tenemos todos sobre cualquier situación donde hay pecado no arrepentido. Lo interesante es que Pablo diga: “Si es que este es un hombre que lo enfrenta a Pablo”. Muchos comentaristas creen que aquí va a regresar. Habrá algunas pistas a lo largo de toda la carta sobre esta situación. No es muy explícito, no nombra a la persona, inclusive, pero si es alguien que confrontó a Pablo… Bueno, pues sí, le causó dolor a Pablo.
Y él aquí dice: “Bueno, a mí no me causó tristeza, pero no es tanto eso”. Claro que a Pablo le causa tristeza si alguien no está viviendo correctamente. Creo que más bien el énfasis de Pablo es que no me ha causado tristeza a mí individualmente como si solo se tratara de mí. Ha causado tristeza en la iglesia. Ya mencionó eso en Primera de Corintios 12:26: “Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él, y si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él”. Es decir, cualquier situación que haya dentro de la iglesia afecta a toda la iglesia. No hay manera de evadir eso. Si hay pecado, nos afecta a todos.
Pablo básicamente está diciendo: “No crean que esto es un tema personal, esto es un tema de comunidad”, porque la iglesia es una comunidad. Hay un énfasis aquí en este sentido de que somos una familia, y lo que afecta a uno nos afecta a todos. Hay razón de gozo, todos nos gozamos; hay razón de tristeza, todos nos entristecemos juntos, y eso es lo que es una verdadera iglesia.
Número dos: ¿cómo debe ser la disciplina? Debe de ser con la aprobación de la mayoría. Aquí lo pueden ver en el versículo 6: “Es suficiente para tal persona este castigo que le fue impuesto por la mayoría”. Entonces, aparentemente, esto es en un sistema de iglesia congregacional, donde tenemos membresía como la que tenemos aquí. Siempre buscamos la manera de que todos participen en las decisiones que se toman. Queremos que sientan que todas las decisiones que se toman en la iglesia son responsabilidad de todos.
Si no están de acuerdo con una decisión, deben decirlo. Esto sucede cuando se nomina a alguien como diácono o anciano. Todos deben decir: “Sí, creemos que tiene el testimonio para ser diácono o anciano”. Esta es la función que cumple dentro de la iglesia.
Ahora, algo interesante aquí es que entre más grande sea la iglesia, entre más miembros sean, no siempre todos van a estar de acuerdo en todo lo que se decide. Estamos conscientes de que en algunas decisiones puede haber algunos que digan: “No, yo no creo que debería hacerse así”. Y es normal, porque va a haber diferentes opiniones de cómo proceder sobre algo.
Pero mientras la mayoría esté de acuerdo, así se debe hacer. Hay un cierto sentido de democracia, guiado por los líderes de la iglesia, donde hacemos partícipes a los miembros. Les decimos: “Ustedes, ¿qué piensan?” Y ustedes tienen la oportunidad de decir: “No, yo no estoy de acuerdo”. Si viéramos que de veras la mayoría de miembros no está de acuerdo en algo, bueno, tenemos que reevaluar. No es solo decisión de los líderes. Las decisiones que se toman no cargamos con la responsabilidad única de esas decisiones. La compartimos con los miembros. Por eso es importante la membresía.
Son los que creemos que son cristianos, porque hemos escuchado su testimonio, se han bautizado y se han comprometido con esta iglesia. Esas son las personas con las cuales compartimos las decisiones que se tienen que tomar. Entonces, ese es un punto que surge aquí. Pablo, aparentemente, está dando a entender que no todos estuvieron de acuerdo con la disciplina que se ejerció sobre este hombre, pero la mayoría.
Número tres, versículo 6,también lo pueden ver ahí: “Es suficiente para tal persona este castigo que le fue impuesto por la mayoría”. Entonces, Pablo dice que tiene que haber un sentido de proporcionalidad de la ofensa al castigo o al tipo de disciplina que se va a ejercer sobre esa persona. Parece que les pasó un poquito la mano con este hombre. O sea, como Pablo les está diciendo: “A ver, tranquilos. O sea, ya aprendió su lección. Es alguien que ya se arrepintió. No tienen que seguir imponiendo la carga de su pecado y de su castigo sobre él”.
Como te acuerdas, lo que hiciste, “Ah, no, tú no mereces estar entre nosotros”. Hay un sentido de que este hombre está siendo abrumado. Y esto es lo que vamos a ver en un momento: abrumado por la actitud de la iglesia hacia él, aunque ya se arrepintió. Aunque ya se arrepintió, ellos quieren seguir castigándolos.
Entonces, miren, el tema de disciplina es difícil porque hay dos peligros. Los dos peligros son que hagas muy poquito para disciplinar a alguien o hagas demasiado para disciplinar a alguien. ¿Cómo encontrar un balance? Ahí es donde a veces hay diferencias de opinión dentro de la iglesia. Oigan, hermanos, ¿se les pasó la mano con este hermano con su pecado? O hay otros que dicen: “Oye, no van a hacer algo sobre él”. Y entonces hacemos algo y no, pero eso no es nada. Siempre estamos en esta tensión de: “Bueno, ¿se nos pasó la mano o estamos siendo muy tolerantes?”
¿Entienden lo difícil que puede ser este punto? Esto es lo que está lidiando Pablo aquí. ¿Dónde está ese balance correcto? Entonces, lo que Pablo está diciendo es que la cura de una persona que llamamos disciplina de la iglesia tiene que ser apropiada a la enfermedad, o sea, al pecado y la ofensa. Un poco como la medicina y la enfermedad física.
Ustedes saben que si se enferman y no les dan la medicina correcta, se pueden poner peor. Puede ser que la medicina sea demasiado dura para una enfermedad que tienen y ataque el sistema inmunológico, y de repente ya hay otros desbalances en el cuerpo, y nada más era un resfriado y se hubieran podido componer casi solos. Pero el ataque fue tan severo que les causó todavía más problemas. Eso es lo que puede pasar con la disciplina de la iglesia. Esto es lo que está pasando aquí con los Corintios.
Tercer punto: ¿para qué debe ser la disciplina? Vean lo que dice el versículo 7: “Así que, por el contrario, ustedes más bien deberían perdonarlo y consolarlo, no sea que en alguna manera este sea abrumado por tanta tristeza”. La primera razón por la cual disciplinamos en la iglesia es porque queremos que una persona se arrepienta. Ese es el propósito. Esta persona se había arrepentido, pero el exceso de juicio por parte de la iglesia hacia esta persona que se había arrepentido es descrito como un sentido de estar abrumado, literalmente, siendo tragado. Ese es el sentido de esta palabra. Es más, esa es la misma palabra que se usa para hablar de un animal que está comiendo su presa, o es la misma palabra que se usaría para hablar de olas de agua cubriendo algo o alguien. Ese sentimiento abrumador de estar siendo enterrado con el peso que se está imponiendo sobre él.
A ver, ya se arrepintió. ¿Qué tienes que estarle recordando? Y tampoco tenemos, hermanos, que… O sea, esto va a pasar en la iglesia. No queremos que pase, pero va a pasar. Tampoco tenemos que estar buscando culpables cuando algo sucede. Bueno, es que la iglesia falló. Puede ser, pero no necesariamente. Todos somos responsables delante de Dios. Siempre estamos buscando razones y regresando al pasado y recordando lo que ha sucedido y las faltas que se han cometido. Podemos estar abrumados con sobrepeso a una persona por algo que ya está en el pasado y Dios ya ha perdonado.
Número dos: para restauración. “Por lo cual les ruego que reafirmen su amor hacia él”. Muestran, ámense lo mejor que puedan a este hermano. Cumplan su función de cuerpo, como dice Gálatas 6:1: “Hermanos, aun si alguien es sorprendido en alguna falta, ustedes que son espirituales, restauren en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. La falta de amor por un hermano normalmente está conectada a nuestra propia jactancia y nuestro propio orgullo de sentirnos superiores a esta persona: “Como yo no hago esas cosas que el hermano hace, por lo tanto, puedo distanciarme de él o de ella, porque yo no soy así”.
Ah, ten cuidado con ese sentimiento de orgullo, porque eso mismo puede ser tu caída. Y cuando te caigas, ¿cómo quieres que te traten a ti? Esa es la pregunta. Cuando tú seas el que cometió la falta, tú quieres ser restaurado también en amor. Esa es la razón de la disciplina, es para ser restaurados.
Número tres, versículo 9: “Puesto que también con este fin les escribí para ponerlos a prueba y ver si son obedientes en todo”. No está hablando aquí Pablo de obediencia a él. No es como que: “A ver, yo les dije que hicieran algo y quiero ver si lo van a hacer”. No es eso lo que está diciendo. Él, cómo vamos a ver más adelante en Segunda de Corintios y también es parte de lo que vimos en Primera de Corintios, Pablo siempre está apelando hacia la obediencia al Señor y al Evangelio.
¿Cómo es que somos obedientes al Evangelio? Es lo que Pablo está probando aquí. Entonces, Pablo les escribe después de esa confrontación. Parece ser, si este es el caso, después de la confrontación que se dio con este hombre. Sí, Pablo les escribe y les dice: “Oigan, tienen que hacer algo sobre esta persona”. Y ahora, ya hicieron suficiente. Pero yo quería ver si iban a tomar en serio el mensaje del Evangelio al poner en disciplina a alguien que estaba haciendo algo malo y no se estaba arrepintiendo.
Vean cómo es que reflejamos el Evangelio y reflejamos el poder de Cristo en la manera en que tratamos con el pecado en la iglesia. Y después de que el pecado ha sido confrontado, y es lo que hace el Evangelio, nos confronta la ley con nuestra culpabilidad delante de Dios. Sí, tú has quebrantado su ley. Tú has desobedecido la ley moral de Dios. Ninguno de nosotros puede negar eso. Todos sabemos que hemos quebrantado la ley de Dios. Nuestras conciencias dan testimonio de eso. Entonces, sí, hemos quebrantado la ley de Dios. Y entonces el mensaje del Evangelio, en su confrontación de nuestra culpabilidad, nos está aplastando y nos está humillando.
Y necesitamos ser humillados. Y ya cuando estamos humillados, cuando hemos reconocido nuestra culpabilidad delante de Dios, ¿qué pasa? ¿Cuál es la otra parte? El mensaje no nos deja ahí. ¿Qué hace el mensaje del evangelio? Nos dice: “Pero hay perdón, pero hay esperanza”. No tienes que ser culpable delante de Dios porque Él ha provisto lo necesario para que su inocencia y su justicia sean tuyas si pones tu fe en Jesús como la única esperanza para ser reconciliado con Dios Padre. Puedes ser parte de su familia. Ese es el mensaje que estamos tratando de reflejar. Y cuando ejercemos disciplina y restauración en la iglesia, porque el hermano que fue disciplinado se ha arrepentido, estamos reflejando el evangelio.
Por lo tanto, como estamos reflejando el evangelio, Dios nos ha dado la autoridad para disciplinarnos como iglesia. De hecho, Mateo 18:18-20 dice: “En verdad les digo que todo lo que aten en la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra será desatado en el cielo”. ¿Saben en qué contexto está eso? No está en el contexto de: “Vamos a sacar demonios y sanar gente, o vamos a declarar que este terreno es nuestro”. No está hablando de eso. ¿Saben en qué contexto está? Está en el contexto de la disciplina de la iglesia.
¿Qué pasa cuando un hermano es confrontado una y otra vez en varios pasos? Primero, en privado, uno a uno, y no se quiere arrepentir. Luego viene con los líderes o personas que son testigos de lo que ha hecho, y no se quiere arrepentir. Luego ya lo lleva delante de la iglesia, y no se quiere arrepentir. Entonces, ténganlo por publicano o gentil. Y en ese contexto, justo después, es que dice: “Todo lo que atente en la tierra será atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra será desatado en el cielo”.
En ese contexto dice: “Si dos de ustedes se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por mi Padre que está en los cielos, porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. Ese es el contexto de ese versículo. La iglesia tiene autoridad de parte de Dios para disciplinar. Tenemos la aprobación de Dios para ejercer esta función en la iglesia, pero con el mismo propósito y finalidad por la cual Dios nos disciplina a nosotros, sus hijos: mostrar gracia y restauración. Dios proveerá la sabiduría y la guía para tomar estas decisiones como iglesia. El cielo nos respalda porque queremos ser obedientes a Dios y al evangelio.
Otro punto relacionado es simplemente mostrar gracia y perdón. Vean lo que dice el versículo 10: “Pero a quien perdonen algo, yo también lo perdono, porque en verdad lo que yo he perdonado, si algo he perdonado, lo hice por ustedes en presencia de Cristo”. Aquí Pablo está hablando de cómo él perdona a esta persona, y de esa manera está poniendo el ejemplo a la iglesia. Dice: “Si yo lo puedo perdonar, ¿ustedes por qué no?”. Es más, si algo tengo que perdonar, no sé cuál fue la ofensa, pero aparentemente Pablo no está tan preocupado por la ofensa, al grado que dice: “Sí, lo perdono”. Hizo algo mal, pero ya pasó, y yo lo perdono como ejemplo para ustedes.
Él sabe que ellos necesitan escuchar que él lo perdona para que puedan hacer lo mismo. Tal vez la razón por la que están tan enojados con esta persona es porque fue muy duro con Pablo. ¿Cómo confrontas a Pablo así, públicamente? Entonces, están enojados. Hay una tensión dentro de la iglesia porque estas personas que aman a Pablo y lo defienden están molestos con esta persona por haberlo confrontado. Piensan que al ser duros con esta persona, están amando a Pablo.
Pablo necesita decirles: “Saben qué, yo ya lo perdoné. Ustedes hagan lo mismo. No tienen que quedarse con esta amargura y tensión hacia esta persona”. Usa la fórmula “en presencia de Cristo”. No sabemos exactamente en qué sentido lo dice. Tal vez simplemente significa: “Dios es testigo de que ya lo perdoné”, o tal vez no ha tenido la oportunidad de perdonar a esta persona en persona y ya lo ha hecho delante de Dios, aunque no ha tenido la oportunidad de hablar con él. Le dice: “Ya lo perdoné, aunque todavía no he hablado con él, pero en presencia de Dios ya lo perdoné”.
Este es el punto, hermanos: a través de la restauración, después de la disciplina, mostramos gracia y perdón con la misma actitud que el Nuevo Testamento nos confronta una y otra vez en cuanto al perdón. Mateo 6:12: “Perdónanos nuestras deudas, así como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores”. Mateo 18:35, también en la parábola de los dos deudores: “Así también mi Padre celestial hará con ustedes si no perdonan de corazón a su hermano”. Efesios 4:32: “Entonces ustedes, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia, soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros”.
Si alguien tiene queja contra otro, ¿con qué frecuencia pasa eso? Sopórtense, perdónense. Ya hablábamos el domingo pasado sobre la diferencia entre preferencias. A veces ni siquiera estamos hablando de pecado en la iglesia cuando algo nos molesta. Es solo que, “su manera de hablarme me desespera”. No es que sea malo, pero a veces eso genera problemas, simplemente detalles a los que nos aferramos.
Y ustedes, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia, soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros (Efesios 4:32). Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo.
Hermanos, es nuestra tendencia natural querer mantener distancia de alguien que ha hecho algo que consideramos pecaminoso y que creemos que estuvo mal. Queremos mantener nuestra distancia de esas personas. Esta es nuestra tendencia natural. Queremos decir: “Ah, sí, te perdono, pero no olvido. Pero te perdono”. Y entonces los tratamos… Y es lo que está pasando aquí. Los tratamos un poco como en la antigüedad se trataba a los leprosos: “No te acerques demasiado, no vaya a ser que me contagies con tu lepra”.
Esto me hace pensar en lo que compartía Cristin sobre el reto que tenemos: ¿cómo actuamos ante el pecado de otras personas? ¿Cómo mostramos la gracia de Dios en nuestro trato y nuestra relación con personas que han fallado, que necesitan gracia, que ya están quebrantadas y humilladas? ¿Cómo las levantamos? Esa es la pregunta.
Hermanos, es tan grave para la iglesia no restaurar a un pecador arrepentido como lo es tolerar el pecado dentro de la iglesia. Ambas cosas son graves e importantes. No podemos pensar que lo único importante es exponer el pecado. Una iglesia que no restaura a los pecadores arrepentidos también está mal. También necesita ser confrontada.
Por último, dice el versículo 11, y fíjense, ustedes conocen este versículo, pero vean en dónde está, vean su contexto, tan importante. ¿Qué dice el versículo 11? “Para que Satanás no tome ventaja sobre nosotros, pues no ignoramos sus planes”. Sus maquinaciones, en Reina Valera. ¿Verdad? No es interesante que ahora Pablo menciona a Satanás como alguien que va a aprovechar esta situación. Satanás no está pasivo cuando se trata de divisiones dentro de la iglesia, discordia o confusión en la unidad de la iglesia. Él verá estas cosas y las aprovechará al máximo.
Va a intentar avivar el fuego. Ustedes saben cómo se hace un fuego. Ahí están unas chispitas, y como que están empezando a encenderse. ¿Qué tienes que hacer? No necesariamente encender más fuego, solo soplar un poquito, y de repente se empieza a esparcir. Eso es lo que hace Satanás. Él aprovecha lo que ya está ahí. Ya hay tensión dentro de la iglesia. Ya hay alguien que la gente está criticando fuertemente y está siendo humillado por el resto de la congregación constantemente por lo que hizo.
Satanás dice: “Ah, sí, se lo merece”. Efesios 6:11 dice: “Vístanse con toda la armadura de Dios para que puedan estar firmes contra las insidias del diablo”. ¿Se dan cuenta? Esto es muy interesante. Lo estaba pensando. Satanás puede promover ignorar la disciplina dentro de la iglesia. “Ah, no pasa nada, no está pecando, no es tan grave”. Y en realidad, sí es grave. Satanás puede estar promoviendo que no haya disciplina dentro de la iglesia. Pero cuando hay disciplina, ¿qué hace? Entonces promueve: “Ah, sí, ese hermano no merece perdón. Ese hermano no merece estar entre ustedes”.
Es un poco… hasta me hizo pensar en esa dinámica. ¿No les parece interesante cómo Satanás cambia tan radicalmente a veces su estrategia? El ministerio de Jesús pasó por algo similar. Está Jesús con Pedro, y ¿qué le dice Pedro a Jesús? Jesús tiene que reprender a Pedro, como de parte de Satanás. “No, Jesús, no, tú no tienes que morir”. Ese no es el plan. “Apártate de mí, Satanás”. Satanás no quería que Jesús muriera en la cruz. Sabía cuál era el plan redentivo, aparentemente, porque está tratando de detenerlo a través de Pedro.
Luego dice que entra en Judas para vender a Jesús. Entonces ahora quiere que Jesús muera de la manera más escandalosa y dolorosa posible. Es como que dice: “Bueno, no lo logré por acá. Entonces ahora pondré toda mi energía de este lado”. Creo que hace lo mismo con las situaciones de la iglesia. Por un lado, va a querer que ignoremos el pecado, pero cuando sí prestamos atención al pecado, va a querer humillar al pecador al grado en que nunca pueda ser restaurado.
Satanás va a mover la hostilidad dentro de la iglesia. Va a promover la hostilidad. Va a promover esta sospecha entre todos nosotros: “Este hermano, no sé por qué hace lo que hace, no sé cuáles son sus motivaciones, y la verdad, creo que lo está haciendo por las razones equivocadas”. Esa es la sospecha que se genera entre nosotros.
Satanás quiere promover eso, que no hablemos las cosas, que solo pensemos mal unos de otros. Y cuando hay un pecador, él va a querer que ese pecador se sienta como una causa perdida. Que ya no hay esperanza. Satanás tiene un propósito, pero Dios tiene otro. Lucas 22:31 dice: “Simón, Simón, mira que Satanás los ha reclamado a ustedes para zarandearos como a trigo, pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle. Y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos”. Pedro será zarandeado por Satanás. Va a fallar. Pedro va a negar a Jesús tres veces. Eso va a suceder.
Pero Satanás no puede ganar la victoria final sobre aquellos por los cuales Jesús mismo intercede. Que Dios sea glorificado en nuestra iglesia en la manera en que los pecadores arrepentidos siempre encuentren un hogar y una familia en este lugar.