Nuestro ministerio de Luz

De la serie: | 📖 (2 corintios 4:1-6) | 🗓 8 / 12 / 24 | 🗣 | Compartelo:

Ahora sí. 2 Corintios capítulo 4. Eso es donde estamos. Ya hace dos semanas terminamos con el capítulo 3, y recuerden que el tema que Pablo había estado desarrollando en el capítulo 3 tenía que ver con el contraste entre dos tipos de ministerio. Un ministerio que Pablo llama “las tablas de piedra”, y lo describe también como “la letra”: el ministerio de la ley que viene a nosotros desde afuera e impone sobre nosotros mandamientos —mandamientos que no podemos cumplir y que nos hacen merecedores de la condenación, nos separan de Dios— y eso es lo que termina pasando en la religiosidad. Cuando hablamos de religiones: “Hagan esto, deben de ser así, cumplan”, y se impone sobre la gente la presión de mandamientos morales únicamente, como que esa es la responsabilidad que tenemos: hacer ciertas cosas, cumplir con ciertas reglas.

Pero, dice Pablo, en realidad nuestro ministerio es el ministerio de lo que se llama el “ministerio del nuevo pacto”, y el nuevo pacto es la transformación del corazón. Entonces, para poder cumplir con la ley, tú tienes que mirar primero a Cristo, ver lo que Él ha hecho por ti y, a través de Él, entender cómo es que puedes cumplir la ley de Dios. Ese es el tipo de predicación que Pablo está haciendo con los corintios, donde él tiene real esperanza de cambio justamente por eso, porque los está apuntando a Cristo. No nada más les está diciendo: “Sí, hagan, hagan, hagan. No hagan, no hagan, no hagan. Sí, hagan.” Sino está diciendo: “Miren a Cristo, miren lo que Él es, lo que Él ha hecho, y en base a eso, en base a Su justicia, ustedes serán transformados y santificados.”

Por eso es que termina diciendo, en el versículo 18: “Todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados —o sea, al contemplar al Señor— en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.”

Y una de las cosas que Pablo ya nos mostró, en comparación de estos dos ministerios, es —describió estos ministerios, el ministerio de Moisés en contraste con el ministerio de Jesús— y los describió como ministerios de gloria. Eso está en el versículo 10 del capítulo 3, donde dice, “Pues en verdad lo que tenía gloria —o sea, el ministerio de Moisés, los diez mandamientos— sí era algo glorioso, era Dios revelando Su ley moral, pero mucho más es la gloria del nuevo pacto.” Dice: “En este caso no tiene gloria el ministerio de Moisés, por razón de la gloria que lo sobrepasa.” Entonces, lee un poquito como la imagen que se pueden imaginar de si todo estuviera oscuro aquí, fuera de noche y todas las luces estuvieran apagadas, y ustedes prendieran una lámpara o prendieran estos foquitos aquí de Navidad; se verían, alumbrarían bastante, harían mucha diferencia en un cuarto oscuro. Pero, una vez que entra una luz mayor, esos siguen teniendo la misma luz —no ha cambiado la cantidad de luz—, pero en contraste con una luz mayor, eso ya no alumbra mucho, ya se convierte en una mera decoración.

Y eso es un poco lo que creo que Pablo hace al comparar la gloria de Moisés y la gloria de Cristo. Es la gloria de lo que Cristo trae a través del nuevo pacto, es una gloria mayor, es una luz mayor, que viene y opaca una luz que sí estaba ahí, sí brillaba, pero no es nada comparado con lo que el evangelio trae a nuestras vidas a través del nuevo pacto. Entonces, ese contraste, ese es el contexto de lo que vamos a ver hoy. Por eso menciono el versículo 10, porque creo que la idea ahí, la idea más clara, es cómo se ve una luz pequeña comparada con una luz mayor: cómo se ve la luz de la calle, del alumbrado público, comparado con cuando sale el sol y ya no es necesario.

Dice el versículo 1 del capítulo 4: “Por tanto…” Es decir, como estamos viendo la gloria de Dios —gloria en gloria—, estamos siendo transformados por Su gloria. “Por tanto, puesto que tenemos este ministerio, según hemos recibido misericordia, no desfallecemos.”

Entonces, el primer punto que quiero mostrarles es que el “ministerio de luz” que Dios nos ha dado es un ministerio de luz para no desanimarnos. Eso es muy importante lo que está diciendo aquí Pablo, porque una de las cosas con las que más luchamos como cristianos es con el desánimo, ¿no es verdad? ¿No se sienten a veces como que ya no tienen energía para seguir adelante? ¿No se sienten a veces frustrados con la iglesia? “Es que esos hermanos nada más me desaniman. Yo ahí voy bien animado: ‘¡Vamos a trabajar!’, y: ‘No, hermano, no tenemos tiempo.’ Me desanima ver cómo no le echan ganas, me desanima ver la hipocresía que hay en la iglesia.” Yo escucho cosas así constantemente. Y claro, para mí el desánimo es una lucha a veces, porque también hay veces que, en la tensión, en el sentirme abrumado por la cantidad de cosas que están pasando, me empiezo a sentir desanimado: “Como que ya nada más quiero que pase esta semana, ya nada más quiero que pase esta responsabilidad que tengo…” Ese tipo de cuestiones son cosas que todos los cristianos enfrentamos.

Bueno, a ver, vamos a poner las cosas en perspectiva.  Ahora, la verdad es que ninguno de nosotros tenemos el tipo de retos que nos desanimarían como los tenía Pablo. Acuérdense de que Pablo está escribiéndole esta carta a una iglesia que lo critica fuertemente, muchas personas dentro de Corinto. Y eso es una de las cosas que él está desarrollando: responder a los ataques que venían hacia él. Le decían: “No, Pablo, tu ministerio es un ministerio débil, tu ministerio es un ministerio deshonesto. No estás siendo honesto con respecto a las cosas que quieres hacer; de hecho, tú estás corrompiendo la palabra de Dios. No estamos seguros de tu integridad, no estamos seguros de tu apostolado.” Ese es el tipo de ataques que él está recibiendo cuando escribe esto.

Entonces, bueno, por un lado tenemos que entender que el desánimo en la vida de Pablo está mucho más justificado que el desánimo en tu vida y en la mía, porque las críticas que le están dando a él son mucho más fuertes que las que tú has recibido. Bueno, y no solo eso. Les voy a adelantar algo que va a venir más adelante en 2 Corintios. Vean el capítulo 11 —ya esto el próximo año lo estaremos viendo—. En el capítulo 11, versículo 23, a la mitad del 23, dice: “…en muchos más trabajos, en muchas más cárceles, en azotes, sin número de veces, con frecuencia en peligros de muerte, cinco veces he recibido de los judíos 39 azotes, tres veces he sido golpeado con varas, una vez fui apedreado, tres veces naufragué y he pasado una noche y un día en lo profundo, con frecuencia en viajes, en peligros de ríos, peligros de salteadores, peligro de mis compatriotas, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos, en trabajos y fatigas, en muchas noches de desvelo, en hambre y sed, con frecuencia sin comida, en frío y desnudez. Además, lo peor de todo, está sobre mí la presión cotidiana de la preocupación por todas las iglesias. Ustedes, corintios, son una de las cosas que más me preocupa.” Entonces no sé quién de ustedes podría ni siquiera tener dos o tres de esas características en su vida, de las que él ha enlistado, pero claramente Pablo tiene un buen pretexto para estar desanimado, para decir: “Ya no quiero seguir adelante, ya estoy cansado, ya les doy una oportunidad más a esta bola de supuestos cristianos, y si no me responden correctamente, me voy, ya no quiero nada.” Bueno, así somos nosotros.

Pero vean lo que dice aquí. Número uno: dice “Tenemos este ministerio”. “Puesto que tenemos este ministerio…” ¿De qué está hablando? Está hablando de lo que mencionó en el versículo 8. Es la gloria del ministerio del Espíritu. Entonces, la primera cosa de la luz de nuestro ministerio para no desanimarnos es que somos sostenidos con el Espíritu Santo; ese es el ministerio del Espíritu y el Espíritu es el que nos sostiene. Sí tenemos que animarnos unos a otros como hermanos, pero estén conscientes, hermanos, de que vamos a fallarnos los unos a los otros, vamos a desilusionarnos los unos a los otros, así que más vale que tu sostén no esté en la gente, porque si está en la gente, no vas a aguantar. Pero si está en el hecho de que el Espíritu Santo es el que te ha llamado, el Espíritu Santo es el que está en ti, y el Espíritu Santo es el que te ha dado un ministerio, entonces el Espíritu Santo te sostendrá. Somos sostenidos con el Espíritu Santo.

Y número dos, dice: “Según hemos recibido, ¿qué? Misericordia.” La clave para no desanimarnos está en recordar que hemos recibido misericordia, lo cual significa que nada de lo que tenemos lo merecemos. Significa que tú estás aquí por la pura misericordia de Dios, y que lo que tú haces para la iglesia o lo que haces en el ministerio no está finalmente motivado, “energizado” —no sé si esa palabra exista, pero entienden lo que quiero decir— por tus propios esfuerzos, sino que es el poder del Espíritu a través de ti, y a pesar de ti. Tú estás donde estás, no porque te lo ganaste, sino porque Dios quiso que tú estuvieras ahí. El cristianismo no es una fe de méritos, donde nosotros trabajamos para lograr algo y entonces Dios nada más nos recompensa por nuestro esfuerzo, y entonces los más dignos terminan siendo los más usados. Al contrario, Pablo es el que más consciente está de esta realidad en su propia vida. 1 Timoteo, capítulo 1, versículo 12, dice: “Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor, que me ha fortalecido. ¿Cómo me ha fortalecido? Porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, aun habiendo sido yo antes blasfemo, perseguidor y agresor. Sin embargo, se me mostró misericordia, porque lo hice por ignorancia en mi incredulidad.” Es todo misericordia de Dios.

Y vean que dice “hemos recibido”. Cuando dice “hemos recibido” implica que es unidireccional; o sea, viene de Dios hacia nosotros. Es la iniciativa de Dios. Y este es el principio, hermanos: si tú piensas que Dios te está recompensando, que no te está dando algo gratuitamente y libremente, no vas a ser sostenido en tiempos de dificultad. Vas a sentir lástima por ti mismo: “Es que yo no merezco esto, yo no merezco que me traten mal, yo no merezco que me desprecien…” No, tú mereces peor. Cualquier cosa buena que recibimos es pura gracia, es pura misericordia de Dios. La misericordia salvadora es incompatible con el orgullo y también es incompatible con la amargura. De la amargura viene, muchas veces, el desánimo, ¿no es cierto? Pero la misericordia salvadora es incompatible con el orgullo y es incompatible con la amargura.

Vean —ya lo estudiamos— 1 Corintios 4, versículo 7, decía: “Porque, ¿quién te distingue? ¿Qué tienes que no recibiste? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?” O 1 Corintios 15 —más recientemente hemos estudiado 1 Corintios 15—, versículo 10: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y Su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí.” ¿Cómo puedo desanimarme, cómo puedo desfallecer, cuando yo no merecía ni la vida, ni el aliento, ni la oportunidad, ni la elocuencia, ni la respuesta positiva de la gente a los cuales estoy ministrando? Todo en nuestra vida, todo es por la misericordia de Dios. Dar clases en la escuela dominical es la misericordia de Dios. Estás aquí hoy, es por la misericordia de Dios. Yo estoy compartiendo con ustedes la palabra hoy, por la misericordia de Dios. Tenemos que alimentar nuestra mente y nuestro corazón de eso: “Es misericordia, misericordia, Señor. Ayúdame a acordarme de eso para que cuando algo malo suceda en mi vida no lo vea como una injusticia.”

Hay hermanos, amigos míos —yo no tengo esa costumbre, pero debería, probablemente, porque es bíblico— que siempre que les pregunto “¿Cómo estás?” me dicen: “Mejor de lo que merezco.” Esa es su respuesta, y es bíblico contestar así. “¿Cómo estás, hermano?” “Mejor de lo que merezco.” En vez de decir: “¿Cómo estás?” “No, pues bien mal, deberías de ver…” O sea, hay un sentido de lástima propia que se genera cuando no entendemos el concepto de misericordia. Misericordia es la medicina para el alma desanimada. ¿Y qué dice la Biblia sobre las misericordias de Dios? “Son nuevas cada mañana.” Dios está dando medicina para tu alma desanimada todos los días de tu vida.

Bueno, es la primera cosa que hace el ministerio de luz en nuestras vidas.

Número dos, dice Pablo: “Más bien, hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia ni adulterando la palabra de Dios, sino que, mediante la manifestación de la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo hombre en la presencia de Dios.” Entonces aquí, la segunda cosa que muestra Pablo sobre lo que hace la luz, el ministerio de luz, es que este ministerio es un ministerio que nos ayuda a tener las motivaciones correctas para hacer lo que hacemos. Entonces no estamos aquí para tener ganancias financieras; si ese fuera el caso, tendríamos unos botecitos de agua del río Jordán aquí, en la librería, a lo mejor, para que cada quien se pueda llevar su milagro. Y haríamos otro tipo de cosas, probablemente, para generar dinero, si esa fuera nuestra motivación. Pero entendemos que no es eso. El ministerio de la luz es un ministerio enfocado enteramente en el mensaje del evangelio —y en un momento lo va a explicar Pablo, qué es ese mensaje del evangelio, lo vamos a ver en los siguientes versículos—, pero solo quiero que vean cómo describe las cosas que están en lo oculto, las cosas que son vergonzosas, cosas engañosas que no queremos que salgan a la luz. Si quisiéramos engañar a alguien, si quisiéramos estar aquí para generar nada más una impresión acerca de nosotros mismos, y no tuviéramos las motivaciones correctas, eso es vergonzoso en realidad, y eso es lo que mantendríamos en oculto.

Dice Pablo: “Eso no es lo que yo hago. Yo lo que hago es perfectamente honesto y transparente con ustedes. Lo que escuchan de mí, eso es lo que quiero. No hay nada aquí en medio, no estoy tratando de aparentar algo que no es. Es el genuino deseo de mi corazón compartir con ustedes el evangelio, y es el genuino deseo de mi corazón no adulterar la palabra de Dios.” Y el ministerio de luz es claridad sobre el significado de las Escrituras, de tal manera que —y esto lo hice el otro día en la clase que tuvimos ahí en Maranata, sobre cómo interpretar la Biblia— les dibujé una línea, así, y les dije: “Esto es el principio que aprendemos en Simeon Trust, que se llama ‘manteniéndose en la línea’. Esta línea representa el texto, y el texto es donde queremos mantenernos. Y no queremos ni agregar al texto ni queremos quitar al texto. Queremos mantenernos ahí.” Ese es el reto que tenemos, no nada más los predicadores sino todo cristiano, al leer la Biblia: “¿Qué es lo que realmente Dios quiere mostrarme, aunque me incomode?”

Entonces, número uno: no queremos agregar a la verdad revelada —lo cual significa, o esa es la definición de “legalismo”: cuando en una iglesia agregas cosas que la Biblia no dice— y, por el otro lado, no queremos quitar nada de la verdad revelada, lo cual llamamos “liberalismo”. ¿Por qué distorsionaríamos la verdad? ¿Qué tipo de personas quisieran distorsionar la verdad? Bueno, personas que a lo mejor ya tienen una cierta opinión de lo que está bien y lo que está mal, personas que quieren ganar más poder o reputación, o que quieren evitar controversia o se quieren proteger de otros. Tenemos que tener cuidado con cómo manejamos la palabra de Dios, y ese es uno de los énfasis centrales que queremos tener como iglesia si enfatizamos el tema de la predicación expositiva, porque queremos ser fieles a la palabra de Dios y predicar todo el consejo de Dios. Una de las tentaciones de los pastores en muchas iglesias es decir: “Yo quiero decirle esto a la iglesia, y entonces, como eso es lo que quiero decirles, ahora voy a buscar un pasaje que apoye lo que quiero decirles.” Por eso, “traed los diezmos al alfolí” es un pasaje tan usado, porque apoya muy bien la meta, la misión de algunos pastores. Cómo puedo yo, en vez de dejar que las Escrituras den su propia luz, usaré las Escrituras para apoyarme yo en algo que ya quiero decir, algo que ya tengo la idea de lo que quiero comunicar a la iglesia: “¿Qué versículos soportan mis ideas?”

La dieta principal de la iglesia no es esa. La idea principal de la iglesia es: “Vamos a escudriñar todas las Escrituras, pasajes difíciles, pasajes fáciles, pasajes controversiales, pasajes no tan controversiales… Vamos a estudiarlo todo, para que juntos podamos crecer en el conocimiento de la luz del ministerio del nuevo pacto.” Muchas iglesias evitarían y han cambiado el tema de la sustitución penal, lo cual significa que Cristo cargó el castigo y el peso de la ira de Dios en nuestro lugar. Y hay muchas iglesias que se sienten incómodas con eso, dicen: “No, eso es lo que llamamos ‘abuso infantil cósmico’, ¿qué tipo de padre le haría eso a Su hijo? Nosotros no creemos eso, Jesús nada más está aquí para solucionar nuestros problemas.” Hay otras iglesias que se van a sentir incómodas con “Yo no permito que las mujeres enseñen en la iglesia”, porque eso no encaja con el feminismo de nuestra cultura: “¿Cómo que no pueden enseñar las mujeres? ¿Qué significa eso?” O hay gente que, en cada pasaje —y si ustedes hablan con un testigo de Jehová, va a pasar esto—, cada vez que llegan a un pasaje que hace referencia al infierno, dicen: “No, no, es que el infierno no es realmente el infierno, porque Dios no haría eso. Él no condenaría a alguien por toda la eternidad, por un pecado tan pequeño como una mentira. ¿Para siempre? ¿Castigo eterno? ¿Qué clase de Dios es ese?” Entonces hay iglesias que han cambiado eso, por lo que llamamos universalismo o aniquilacionismo, que significa que nada más dejamos de existir cuando morimos. Y otra vez es lo que creen los testigos de Jehová, y también hay iglesias que se llaman a sí mismas cristianas que predican eso.

Está el tema del homosexualismo, la unión del mismo sexo, que es una presión constante que vamos a tener como iglesias para aceptar y para cambiar ciertas Escrituras en relación con eso. O está el mismo tema de la inerrancia: ¿Es la Biblia confiable?, ¿Es un libro que realmente fue inspirado por Dios sin error? Esa es otra pregunta que surge y que está siendo cuestionada todo el tiempo en medios teológicos. Conocemos seminarios aquí en la Ciudad de México —no voy a decir cuál—, pero donde algunos maestros no enseñan inerrancia, no creen en la inerrancia de las Escrituras: “No, sí hay errores, sí hay errores, sí hay cosas que no tienes que creer de la Biblia.” Maestros en seminarios teológicos, seminarios de ciertas denominaciones, y vemos algo que no habíamos visto antes en dos mil años de la historia de la iglesia, y no habían visto que “este es el verdadero significado del texto”.

Dice Pablo: “Nos recomendamos a la conciencia de todo hombre en la presencia de Dios. Ustedes, en su conciencia, decidan si lo que nosotros estamos haciendo” —dice Pablo— “es genuinamente el mensaje que viene de parte de Dios. Porque ustedes tienen que saber que lo único que nos importa, en realidad —dice Pablo—, es la aprobación de Dios. Yo sé que Dios ve mi corazón, yo sé que Dios conoce mis motivaciones, y solo encomiendo a ustedes que esa es mi motivación: lo que Dios piensa de mí, no lo que ustedes piensen de mí, sino lo que Dios piensa de mí.” Y eso ya cae sobre sus conciencias.

Lo cual me lleva al último punto de este pasaje, que son los versículos 3 al 6. Dice: “Y si todavía nuestro evangelio está velado, para los que se pierden, está velado, en los cuales el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo —que es la imagen de Dios—, porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por amor de Jesús. Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandecerá la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo.”

Aquí ya hemos llegado a uno de los pasajes más reveladores acerca de qué es el evangelio y cómo funciona la predicación del evangelio. Nos está Pablo abriendo una cortina, no nada más hacia cuál es el mensaje que se predica, sino también nos está revelando por qué es que ese mensaje es rechazado, pero también nos está revelando por qué ese mensaje es aceptado. Y es el ministerio de la luz que abre los ojos del corazón. Esa es la última cosa que quiero mostrarles que nos enseña Pablo aquí.

Número uno: la razón por la que esta luz está velada tiene que ver con el poder de Satanás. Entonces quiero tratar de entender esto correctamente junto con ustedes, porque aquí tenemos otros pasajes que creo que nos explican con más detalle qué es lo que está pasando, qué es lo que está Pablo tratando de explicarnos acerca de la relación que hay entre la luz siendo revelada a través de la predicación del evangelio y un velo siendo puesto. Ya lo habíamos leído en relación con cuando se lee a Moisés, en el versículo 14 del capítulo 3: hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés —hoy en la mañana estábamos escuchando sobre Isaías 53 y lo que los judíos creen de Isaías 53—, hasta el día de hoy hay un velo que no se ha alzado, pues solo en Cristo es quitado. Es decir, cuando pueden ver a Cristo en esas Escrituras, es cuando el velo es quitado; ellos no ven a Cristo en esas Escrituras.

Pero aquí Pablo agrega otro elemento que tiene que ver con el papel que juega Satanás dentro de todo esto, y entonces hay dos fuerzas aquí jugando un papel dentro de la incredulidad o dentro del rechazo al mensaje de la verdad. Número uno es la incredulidad de nuestro corazón. Entonces no es que la gente sea buena esencialmente y todos sí quieren creer y creerían, y el problema nada más es Satanás, como que “si Satanás no estuviera, entonces todos creerían.” No es eso lo que está diciendo. Y si leen Efesios 2 —bueno, voy desde el 1—, Efesios 2:1: “Él les dio vida a ustedes, que estaban muertos en sus delitos y pecados, en los cuales anduvieron en otro tiempo, según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. Entre ellos también nosotros, todos nosotros, en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” Entonces ahí sí Pablo está desarrollando un poco más: hay dos elementos aquí; uno es nuestra propia naturaleza —por naturaleza somos hijos de ira, eso no es culpa de Satanás—, pero, ¿qué hace Satanás? Aprovecha nuestra incredulidad y aprovecha nuestro corazón rebelde, y va a agregar capas encima de eso para tratar de bloquear aún más el resplandor de la luz que viene hacia una humanidad caída. Es decir, Satanás nada más está tratando de cooperar con nuestra incredulidad.

Y Pablo estaba defendiendo aquí un poco el tema, porque parece ser que una de las acusaciones contra Pablo es: “Pablo, tú predicas, y le predicas a tu propia gente, y mira qué poquita gente cree; algo está mal con tu mensaje. Porque, si tu mensaje fuera realmente poderoso y si fuera cierto, más gente estaría creyendo.” Pablo dice: “No, el problema no es lo que estoy predicando, ese no es el problema. El mensaje está claro. ¿El problema cuál es? Que simplemente no ven la verdad de lo que se está diciendo, no lo ven como algo glorioso.” Y Calvino lo explica de una manera que creo que nos ayuda a entender. Él dice: “La ceguera de los incrédulos no quita la claridad del evangelio, porque el sol no es menos resplandeciente porque un ciego no perciba su luz.” ¿Entienden? Esa es la misma analogía que está tratando de explicar aquí Pablo. El problema no es la predicación del evangelio, el problema es la incapacidad de la recepción de ese mensaje en los que lo están escuchando.

Vean lo que dice 1 Juan 5:19: “Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero está bajo el poder del maligno.” El mundo entero está bajo el poder del maligno. ¿Saben qué quiere decir eso? Quiere decir que solo existen dos categorías de seres humanos en la tierra: los que están bajo el dominio y el poder de Satanás, y los que son hijos de Dios y son siervos e hijos de la familia de Dios. Esas son las únicas dos categorías que existen, no hay una tercera. Entonces, cualquiera que no haya creído, por muy buena que te parezca esa persona y por mucho que ignore esta realidad —porque no es que estén conscientes de esto—, está bajo el dominio y el poder de Satanás, si no han creído en Cristo Jesús, si no han aceptado el mensaje del evangelio como un mensaje verdadero y hermoso para sus vidas.

Entonces, vean, me voy a adelantar otra vez tantito aquí en 2 Corintios, algo que vamos a ver más adelante. 2 Corintios 11:14 habla más de Satanás Pablo, entonces me guardo algunas cosas aquí para después: “No es de extrañar —está hablando de falsos apóstoles, obreros fraudulentos que se hacen pasar por apóstoles—, pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz.” Esta es la realidad del mundo en el que estamos viviendo. Satanás va a hacer todo lo posible por exprimir al máximo su capacidad de engaño a corazones rebeldes a Dios. Él va a aprovechar eso y va a maximizar nuestro pecado al máximo para que la luz del evangelio no tenga sentido a un mundo que vive en el placer del pecado. Eso es lo que Satanás está haciendo constantemente, día a día, en nuestra sociedad, en nuestra cultura.

Y ese es el llamado que Dios le hizo a Pablo. Hechos 26:18 dice que estaba hablando a Agripa, Pablo, y le dice: “Para que les abra sus ojos” —ese es el llamado que Dios le hizo a Pablo—, “para que les abra sus ojos a fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en Mí, el perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados.”

¿Por qué no ha terminado Dios con Satanás ya, si nada más está empeorando las cosas desde este punto de vista? ¿No sería más fácil que Dios dijera: “Nada más voy a tratar con su incredulidad y eso es suficiente problema, porque encima de eso, ahora también que Satanás agregue más al obstáculo que hay entre un mundo perdido y el evangelio, la verdad del evangelio…” ? ¿Por qué Satanás tiene que seguir y no ha sido ya destruido por Dios? Bueno, lean “Si Dios es bueno, ¿por qué existe el mal?”, porque ese es uno de los temas en ese libro, pero les doy una respuesta breve: porque Dios quiere penetrar a ambos, por eso. Dios quiere destruir ambas barreras, Satanás y nuestro corazón, y eso glorifica más a Dios. Cuando el evangelio penetra, muestra la superioridad del evangelio sobre todos los obstáculos posibles, porque no hay nada más grande que el poder de Dios para salvar y transformar una vida.

Y dice el versículo 5: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por amor a Jesús.” Aquí, nada más brevemente, quiero que observen estas tres palabras, o cuatro, que describen la fe salvadora, el mensaje del evangelio. Ese es el sinónimo, es cuando dice “Lo que predicamos es a Cristo Jesús como Señor.” Está implicado ahí “Cristo, ungido de Dios, el Mesías” —otra vez, como escuchábamos en la mañana, Isaías 53, ¿qué significa eso?—, todas las implicaciones de lo que significa que Él es Mesías, “Jesús, el Señor salva,” ese es el significado de “Jesús.” Eso fue la profecía que se cumplió, y es lo que estamos celebrando en Navidad: “Llamarás Su nombre Jesús,” le dijo a María, porque hay salvación en Él como el Mesías. Y no nada más eso, sino como “Señor”, es decir, supremo en todas las cosas. Él es Creador, Él es Salvador y Él es Soberano. Esas cosas están encerradas en la fe que salva, en el mensaje del evangelio: Cristo Jesús como Señor. Y, en contraste con eso, dice Pablo: “Nosotros no somos señores como Él es Señor; nosotros somos siervos, siervos para beneficio de ustedes, por amor a ustedes. Nosotros servimos, estamos aquí para exaltar el nombre de Jesús. Esa es nuestra misión.”

Y versículo 6 dice: “Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandecerá la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo.” El poder para salvación es el mismo poder que se manifestó en Génesis 1:2-3. El mismo poder se ejerce cuando alguien es salvo: “Y la tierra estaba sin orden y vacía, las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas. Entonces dijo Dios: ‘Sea la luz’, y hubo luz.” Es así de simple. Ese es el milagro que ocurre cuando alguien cree: son palabras que Dios pronuncia, que quitan un velo, que abren los ojos, y que algo cambia completamente la manera de percibir, penetra todas estas capas —Satanás, un corazón de piedra—, llegan hasta lo profundo, abren los ojos y ahora decimos: “Nunca había visto esto como un tesoro, como algo glorioso, como algo hermoso para mi vida. No tenía sentido, ahora tiene sentido. No es que de repente te hiciste más inteligente; es que Dios hizo una obra sobrenatural.”

Está aludiendo también, creo yo, aquí Pablo a Isaías 9:2, que dice: “El pueblo que andaba en tinieblas ha visto gran luz; a los que habitaban en la tierra de sombra de muerte la luz ha resplandecido sobre ellos.” Quiero que vean los paralelos que hay entre el versículo 6 y el versículo 4. Pueden ver un “dios” con minúscula, en sus Biblias, siendo mencionado: “En los cuales el dios de este mundo,” en contraste con el Dios de la creación, en el versículo 6. Luego tienen el “entendimiento,” y en el versículo 6 el “conocimiento.” En el versículo 4 tienen el “resplandor del evangelio,” y en el versículo 6 tienen: “Cristo ha resplandecido en nuestros corazones.” Tienen la “gloria de Cristo” —y esto es el paralelo más importante—: la gloria de Cristo es mencionada en el versículo 4, y el paralelo de eso, en el versículo 6, es la gloria de Dios. ¿Se dan cuenta? El versículo 4 lo describe como “la gloria de Cristo,” el versículo 6 como “la gloria de Dios.” Y luego dice que es “la imagen de Dios” (versículo 4) y luego “en el rostro de Cristo” (versículo 6). Esos son los paralelos, para que ustedes puedan ver cómo Pablo está describiendo estos paralelos: creación/nueva creación, luz física/luz espiritual, humanidad/nueva humanidad. Estos son los contrastes con Génesis: pacto/nuevo pacto; Adán, creado para reflejar a Dios, siendo creado a imagen y semejanza de Dios en la creación original para disfrutar de la gloria de Dios, y Jesús, de hecho, reflejando a Dios porque Él es la imagen de Dios y Él es la gloria de Dios. Todas esas cosas están, creo yo, conectándonos con las ideas de la creación en Génesis.

Y Pablo vio esta verdad en su propia vida, cuando iba en el camino a Damasco. ¿Se acuerdan? ¿Qué vio? Una luz, y vio el mismo rostro de Cristo. Él iba en dirección de perseguir cristianos, estaba en contra de los cristianos, él no estaba buscando a Dios, él estaba en contra de Jesús. Por eso le dijo Jesús: “¿Por qué me persigues, Pablo?” Y Pablo fue confrontado con una nueva verdad, donde físicamente fue ciego en ese momento, pero espiritualmente sus ojos se abrieron.

Estaba leyendo a Jonathan Edwards y el sermón muy famoso que predicó, que se llamaba, en base a este pasaje, “Una luz divina y sobrenatural”. Dice: “Un verdadero sentido de la excelencia divina de las cosas reveladas en la palabra de Dios, y una convicción de la verdad y la realidad de esas cosas surge dentro de nosotros. No es solamente un mero razonamiento de una creencia de que Dios es glorioso, sino un sentido de la gloria de Dios en el corazón.” Hay una diferencia, dice Jonathan Edwards, entre tener un juicio racional de que la miel es dulce y tener un sentido de su dulzura. Cuando el corazón es sensible a la belleza de algo, necesariamente siente el placer de su apreciación. ¿Entienden lo que está tratando de explicar? ¿Qué es la luz que resplandece en nuestros corazones? No es un conocimiento intelectual acerca del evangelio, no es un conocimiento racional solamente del evangelio; es una experiencia de su dulzura en el corazón. Eso es: se vuelve un tesoro, se vuelve algo apreciado, se vuelve una convicción en nuestro corazón que cambia nuestros afectos. Eso es la experiencia que está describiendo Pablo aquí. Y dice Edwards: “Los hombres tienen una gran cantidad de placer en el conocimiento humano, en los estudios de cosas naturales, pero esto no es nada para la alegría que surge de esta luz divina que brilla en el alma. Esta luz da una visión de aquellas cosas que son inmensamente, las más exquisitamente hermosas y capaces de deleitar la vista del entendimiento. Esta luz espiritual es el amanecer de la luz de la gloria en el corazón.”

Eso es lo que Pedro describe en 1 Pedro 1:5, cuando dice: “Mediante la fe, ustedes son protegidos por el poder de Dios para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo, en lo cual ustedes se regocijan grandemente, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, sean afligidos con diversas pruebas, para que la prueba de la fe de ustedes, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulte en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo, a quien, sin haberle visto, ustedes lo aman, y a quien ahora no ven, pero creen en Él, y se regocijan grandemente con gozo inefable y lleno de gloria, obteniendo como resultado de su fe la salvación de sus almas.”

¿Se dan cuenta de que, cuando el pasaje dice “para la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo,” Pablo está describiendo el fin del evangelio? No va más allá de esto, no hay otra cosa más allá de la gloria de Dios. Eso es para lo cual somos salvos: para ver la gloria de Dios. No es para estar en el cielo, no es para escapar del infierno, no es porque queremos que nuestros pecados sean perdonados; es porque queremos contemplar la gloria de Dios. Ese es el fin, esa es la máxima ambición que podemos tener como Sus criaturas: contemplarlo y disfrutarlo a Él. Y eso ya empezó ahora, y solo se magnificará en la eternidad.

Y este pasaje nos da esperanza, ¿no es cierto? ¿Conocen gente terca? ¿Conocen gente de la que ustedes dicen: “No creo que haya esperanza para él o para ella”? ¿Cuántas veces le he compartido el evangelio, cuántas veces le he tratado de mostrar la belleza del evangelio y simplemente no lo ve, no lo ve, y dice “No, yo no, a mí no me interesa, yo estoy bien con mi vida”? ¿Cuántas veces he tratado de explicarle que nuestra condición delante de Dios, por naturaleza, es una condición de separación, de enemistad? Le he tratado de explicar: “Tienes un problema con Dios,” y no ve que tiene un problema con Dios. Le he tratado de mostrar que Cristo Jesús murió y se convirtió en el sacrificio perfecto para que pudiéramos ser reconciliados con Él y pudiéramos disfrutar de una eternidad en la presencia de Su gloria. Le he tratado de mostrar eso, y simplemente parece que no tiene sentido.

¿Qué haces? Oras, porque Dios sí puede penetrar ese corazón. Nuestra confianza no está en nuestra capacidad de predicar, está en el poder del Dios que nos ha salvado. Puedes orar con confianza: “Señor, yo sé que Tú puedes hacer una obra en él, haz una obra en él.” Y oramos con la fe y la confianza, no en la capacidad de la persona para creer, sino en el poder de Dios para traer esa fe a su vida. Nadie está más allá del poder para crear que tiene Dios.

Esta es la misericordia que hemos experimentado y la misericordia que nos sustenta por el poder del Espíritu. No se desanimen, hermanos. Proclamamos a Jesucristo como Señor y nos servimos unos a otros por el amor que le tenemos a Él.