Tesoro en vasos de barro
De la serie: 2 Corintios | 🗣Nathan Díaz | Compartelo:
Segunda Corintios, capítulo 4, es donde estamos.
Y el domingo pasado estábamos hablando acerca de este ministerio de luz y esta analogía que usa Pablo acerca de la luz. ¿Cómo es que la luz, que representa la misericordia que hemos recibido de parte de Dios, tiene una función en nuestras vidas? Número uno, para no desanimarnos, como dice el versículo 1. Número dos, para no distorsionar la palabra de Dios, que es lo que viene en el versículo 2. Y luego, en el versículo 3, 4, 5, 6, es la luz que ha resplandecido en nuestros corazones, la luz que nos ha revelado la verdad del evangelio que Pablo resume en el versículo 6:
“Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandecerá la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo.”
Es la gloria misma de Cristo que hemos venido a ver a través de la obra que Dios ha hecho en cada uno de nosotros. Cuando nosotros estábamos ciegos, estábamos en tinieblas, no veíamos que esto era lo más importante. No veíamos que esto era de lo que se trataba realmente nuestra vida hasta que Dios brilló en nuestro corazón. Y, así como en el principio en Génesis 1 dijo “Sea la luz”, dijo eso en nuestros corazones y fue la luz.
Esa realidad, esa verdad, es la verdad del evangelio que hemos conocido y que nos une hoy. Y estaba meditando ahora en lo que sigue, que son los versículos 7 al 12, donde usa otra ilustración. Esta ilustración es la ilustración de los “vasos de barro”.
Dice el versículo 7: “Tenemos este tesoro, pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros.”
Una de las cosas que pueden ser un desánimo en nuestras vidas es el hecho de que estamos muy conscientes de cuáles son las áreas en las cuales somos débiles y en las cuales fallamos. Y es muy fácil mirarnos a nosotros mismos y decir: “No creo que Dios quiera usarme a mí para Su reino, para el trabajo de Su iglesia, para el trabajo de la predicación del evangelio, porque a lo mejor…”. Pensamos: “No conozco mucho de la palabra, no conozco mucho del nivel del mundo académico y del nivel intelectual que otros tienen. No tengo la capacidad para hablar en público, o no he estudiado lo suficiente como para poder debatir con otros acerca de las verdades de la palabra de Dios.” Es muy fácil sentir que las personas que Dios va a usar son las personas que tienen más habilidades y que, evidentemente, son más capaces de hacer las cosas que representan el ministerio del reino de Dios, en los ministerios que a veces son más públicos y los que estamos al frente y los que estamos predicando constantemente. Y a lo mejor empiezan a ver ciertas características de algunos que podríamos sentir que nuestras habilidades naturales nos ponen en una posición de ventaja sobre otros.
Y entonces, empieza a alimentar nuestro orgullo, y ustedes también piensan: “Ah, sí, son ellos los que Dios va a usar. Son ellos los que Dios va a usar para tener un mayor impacto en la iglesia y en la sociedad.” Pero el gran peligro de pensar de esta manera, la gran tentación que puede existir para los que podríamos pensar que tenemos ciertas habilidades, es muy simple: el peligro es que nosotros vamos a querer llevarnos el crédito. Vamos a pensar que hay algo en nosotros mismos que nos hace merecedores de ser usados por Dios. Y es fácil que, conforme vayas teniendo una mayor posición de autoridad y de reconocimiento, especialmente en el mundo cristiano, empieces a darle menos crédito a Dios en tu corazón y públicamente.
Oren por nosotros, hermanos, los que sí estamos en una posición más pública, porque ese es el mayor peligro, esa es la mayor tentación: el orgullo en nuestros corazones, la jactancia, puede empezar a surgir dentro de nosotros con respecto a quién debe de llevarse la gloria.
De eso se trata el pasaje que vamos a analizar hoy, de la manera en que podemos pensar: “Sí, sí Dios, pero también yo.” Y, cuando empezamos a pensar de esa manera, cuando empezamos a darle crédito parcial a Dios, Dios solamente se lleva la adoración parcial. Y la vida cristiana se trata de darle toda la gloria a Dios. Escuchábamos hoy en la mañana sobre el significado de “aleluya”: ¿qué significa “aleluya”? “Gloria a Dios.” ¿Qué significa que realmente podamos dar la gloria a Dios de una manera completa y absoluta en todas las áreas de nuestra vida?
Romanos 15, versículo 18, refleja el mismo sentir que hay aquí en 2 Corintios, cuando Pablo dice: “Porque no me atreveré a hablar de nada, sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí, para la obediencia de los gentiles en palabra y en obra.” De eso se trataba el ministerio de Pablo, de siempre apuntar a la gente hacia Cristo y Su obra.
Aquí va a expresar Pablo su sentir con respecto a lo que significa ser un vaso de barro. Esa es la imagen que quiere usar para explicar cómo es que Dios puede, en realidad, llevarse toda la gloria en su vida y en la nuestra. Así que aquí puse el texto porque quiero ayudarles a ver cómo podemos encontrar los contrastes que Pablo está haciendo, que nos ayudan a entender cómo darle la gloria enteramente a Dios en nuestras vidas. Así es, mediante estos contrastes, entendiendo la obra que Dios está haciendo a través de Sus hijos.
Los vasos de barro, en la antigüedad, eran vasos usados para todo. Realmente tenían usos múltiples en cualquier hogar. A veces se usaban para guardar cosas importantes, pero a veces se usaban para guardar cosas sin importancia: comida, los restos de comida… cualquier cosa que quisieras normalmente guardar, era en un vaso de barro. En las excavaciones arqueológicas que se hacen de cualquier lugar donde había casas, encuentran —una de las cosas que más encuentran— son restos de vasos de barro, a los que llaman “óstraca” (los arqueólogos), que es la palabra en griego para describir el arte de hacer vasos y platos. (¿Alfarería? Pues esa es la palabra en griego: “óstraca.”) Entonces, eso es lo que usan para describir todos estos hallazgos de vasos.
Quiero que vean lo que Pablo quiere señalar. Entonces, voy a tratar de mostrarles los contrastes que vamos a estar analizando. Los contrastes son debilidad–poder, debilidad–poder, debilidad–poder, y después, a partir del versículo 10, el contraste es muerte–vida, muerte–vida, muerte–vida. Entonces ahí es lo que quiero mostrarles, cómo funciona. Todos estos van en paralelo. Debilidad, luego debilidad, luego debilidad, muerte, luego muerte, (Vea el video para las anotaciones). Todas esas cosas representan lo mismo: debilidad en nosotros o sufrimiento va a ser el equivalente de lo que va a hablar en cuanto a la debilidad, la tribulación y el sufrimiento por el que pasamos en esta vida, en paralelo con la vida de Jesús. Y, por otro lado, tenemos el contraste con poder, poder, poder, y luego vida.
La pregunta que está haciendo Pablo, y la pregunta que debemos poder contestar sin dudar después de haber meditado sobre todo esto, es: “¿De dónde viene el poder? ¿De dónde viene la vida? ¿Cuál es la fuente, cuál es el origen de esto?” ¿Y cómo reflejamos esto correctamente en nuestras vidas y en nuestros ministerios?
Entonces, aquí está, versículo 7: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros.” ¿Ven el énfasis ahí? “¿De dónde viene el poder?” Eso es lo que Pablo quiere enfatizar y quiere mostrarnos cómo Dios ha diseñado una manera en la cual no va a haber duda de dónde viene el poder: viene a través de vasos de barro, viene a través de la debilidad de los vasos de barro. Dios está diseñando intencionalmente en Su iglesia y en todos Sus hijos que sean débiles. Ese es el diseño de Dios, y la debilidad de nosotros es esencial para poder mostrar el poder de Dios.
Imagínense estas vasijas de barro, y la imagen que usé al principio me gusta, porque no era nada más mostrar vasos de barro, sino vasos rotos. Porque la manera en que los vasos de barro se usaban en la antigüedad, que ya les he explicado, los usaban para todo, era muy parecido a los platos desechables hoy en día. ¿Para qué compras platos desechables? Pues para que los puedas nada más tirar después, no tengas ni que lavarlos. Entonces, los vasos de barro eran de lo más barato que había en la antigüedad. Y entonces, lo que representaba: si uno se rompía, pues lo tiras y compras otro, no hay problema, es súper fácil conseguirlos, es súper barato conseguirlos. Y Dios no nada más tiene vasos de barro, sino que tiene vasos de barro que están rotos. Si de por sí son baratos, o sea, imagínense platos desechables ya usados y ya desgastados, con hoyos. O sea, si de por sí son baratos, imagínense ir a la tienda y que les vendan platos desechables usados. Dirían: “No, pues más bien tú me tienes que pagar a mí por llevarme eso.” Esa es la idea que Pablo está tratando de comunicar aquí.
Cuando los vasos empiezan a tener estas cuarteaduras y se empiezan a romper, hay una luz dentro de esos vasos que se vuelve evidente, brilla. ¿A través de qué? Brilla a través de esas cuarteaduras, esas grietas que se generan por el uso. Toda la idea de lo que Pablo está tratando de mostrarnos en el versículo 7 es una discrepancia entre el tesoro que hay adentro y el vaso, lo que lo sostiene: el brillo de un tesoro que es magnificado por la comparación con un vaso común en el cual es colocado. La manera en que la gloria de Dios, lo que hay dentro de nosotros, va a brillar de una manera más evidente es a través del contraste que existe entre nosotros y Dios.
Entonces, ¿cuál es el problema cuando empieza a haber orgullo en nuestro corazón, cuando empezamos a querernos jactar de nuestras capacidades y de lo que nosotros somos? Sería el equivalente de decir: “No, yo no quiero ser un vaso de barro; yo quiero ser un cofre, y quiero que ese cofre esté cubierto de diamantitos y de hojuelas doradas y un diseño que llame la atención y que sea fácil de reconocer.” Y entonces vas poniéndole cosas por afuera al cofre, y… ¿cuál sería el problema de un cofre sumamente decorado con todas estas cosas por fuera? Que sería fácil ignorar el contenido y enfocarse nada más en cómo está decorado ese cofre en el cual es sostenido el tesoro.
Eso es lo que está tratando de decir Pablo. Está diciendo: “Nosotros, intencionalmente, por diseño de Dios, fuimos diseñados como simples vasos de barro quebrantados, que contrastan con la gloria del tesoro que es puesto dentro de nosotros.” Y, cuando ese tesoro es puesto dentro de nosotros, que representa poder y no la fragilidad del vaso en el cual es colocado, no significa que ahora el vaso es más poderoso. El poder de Dios en nosotros no significa que nosotros, en sí, ahora nos volvemos poderosos. Seguimos siendo débiles; significa simplemente que Dios está manifestando Su poder a través de nosotros. ¿Entienden la diferencia entre estas dos cosas? No es que estamos buscando nosotros ser poderosos, y por lo tanto buscamos a Dios, es que nosotros entendemos nuestra debilidad —que permanecerá—, pero buscamos apuntar a la gente hacia el poder de Dios. Ese es exactamente lo que está haciendo Pablo al explicar que su debilidad apunta al poder de Dios. Su muerte —hablando de este proceso por el cual está pasando de tribulación, de aflicción en su vida— lleva a vida.
Entonces, todas estas cosas que va a usar Pablo para ejemplificar la vida cristiana son realidades de debilidad, que son el equivalente al sufrimiento. Cómo alguien responde a las pruebas y a las aflicciones de su vida es probablemente la mejor indicación de su madurez como cristiano. Y eso es lo que quiere ejemplificar, como ya vimos en el versículo 1, que una de las maneras que Dios usa para que no nos desanimemos es entendiendo que hemos recibido misericordia. Si piensas el concepto de misericordia —que no merecemos nada de lo que tenemos— es mucho más fácil no desanimarnos en la vida cristiana. Cuando pensamos que merecemos algo, eso es cuando el desánimo viene, porque nos damos cuenta de que no estamos recibiendo lo que pensamos que deberíamos recibir.
Pero aquí Pablo va a usar ahora otra cosa para no desanimarnos, que es entender correctamente nuestras aflicciones, el propósito de nuestras aflicciones para mostrar la gloria de Dios. Porque, cuando hay pruebas y tribulaciones en la vida cristiana, podemos pensar en esas pruebas y tribulaciones —o reaccionar a esas pruebas y tribulaciones— de diferentes maneras. Creo que hay tres maneras en las que podemos reaccionar:
- Desesperación: entrar en pánico cuando empieza a haber aflicció Decir: “¿Qué hago? ¿Qué hago? ¡No puede ser!” Y empezar a sentir un estrés y una aflicción dentro de nuestro corazón y una depresión ante esa aflicción, porque decimos: “No tiene sentido. ¿Qué voy a hacer? Dios no está en control…”
- Otra actitud podría ser: “Esto viene de Satanás, y Satanás me está mandando esta aflicción, así que te reprendo, Satanás, para que se vaya la aflicción de mi vida.” —que también es como algunos responden—.
- O podemos decir, como dice Pablo, “Esta aflicción y esta tribulación tiene un propósito divino, y esto viene de Dios, porque soy Su hijo, así que sé que tiene un propósito específico para apuntar a la gente al poder que Él tiene y a Su gloria.”
Entonces, aquí va la lista del versículo 8 y 9. Igual, los puse con los mismos colores:
- “Afligidos,” todos nos hemos sentido afligidos en nuestra vida como cristianos, ¿no es cierto? “Me siento afligido. Esta es parte de la vida cristiana.” Pero, cuando pienso en mi aflicción, pienso: “Pero no agobiado. Afligido, pero no agobiado.” Un comentarista lo traduce (o lo parafrasea) muy bien: “Apretado, pero no aplastado.” Esa es una buena paráfrasis de lo que está diciendo Pablo. Esta es la perspectiva correcta acerca de nuestra aflicción. Sí es difícil, sí, sí es difícil, pero no me va a agobiar. No me va a aplastar esta aflicció Vamos a estar viendo más sobre cómo se genera esta actitud delante de la aflicción.
- Número dos, me encanta el segundo contraste que hace Pablo. Él lo dice —y en un momento vamos a señalar unos detalles sobre cuando dice “en todo”; recuérdenme, se me está pasando ahorita—. Él dice: “Perplejos, pero no desesperados.” Es decir, vienen situaciones difíciles a mi vida, y cuando vienen esas situaciones difíciles, ¿cómo me siento con respecto a esa situación? Pues, como cristianos, sí reaccionamos “perplejos” a veces, y decimos: “Señor, este no es el mejor momento para que esto me esté ¿No te das cuenta de que me acaba de pasar esto, y ahora dejas que se me acumulen dos cosas? Y luego, la siguiente semana, otra cosa pasa, y dices: ‘Señor, no te había dicho ya que se me había acumulado, ahora estás dejando que otra cosa se junte…’?” Y no entendemos por qué Dios permite que sucedan las cosas que suceden en nuestra vida. Es la verdad. Estamos perplejos: “Señor, ¿no podías tener un rumbo un poco diferente para mí en esto?” Pablo —le pasaba una cosa, luego le pasaba otra cosa, luego otra cosa. Lo vamos a ver. Se le acumulaban tantas cosas que, yo estoy seguro, a veces decía: “Señor, ya, a ver… No entiendo, no entiendo cómo estás Tú en control, y por qué no me liberas de estas aflicciones, por qué no me liberas de la situación que estoy viviendo.”
¿Qué dice? “Perplejos, pero no desesperados.” No entendemos las situaciones que estamos viviendo, pero no entramos en desesperación. “Espera,” dice Dios, “sí hay una razón. No la entiendes, pero sí hay una razón por la que estás viviendo estas cosas.” Acuérdate de lo que te prometo en Romanos 8:28: “Todas las cosas ayudan a bien a los que a Dios aman y han sido llamados conforme a Su propósito.” No te desesperes, hijo/hija mía, dice Dios. “Yo sé que no entiendes, pero el hecho de que no entiendas no significa que no tiene sentido, ni propósito, en el plan divino.” Pablo usa dos palabras aquí muy parecidas en griego, entonces hay como un juego de palabras que no se ve en español muy claro: perplejos, pero no desesperados. Otras paráfrasis que podríamos hacer para entender un poco cómo está expresado: “sin saber, pero no desconociendo,” o “confundido, pero no desconfiado,” “perplejo, pero no perdido.” Esos son buenos contrastes.
- Número tres: “Perseguidos, pero no abandonados.” Pablo sufrió persecució Nosotros vamos a sufrir persecución, vamos a sufrir discriminación en algún nivel, pero sabemos que no seremos abandonados. Y claro, cuando Pablo usa aquí “pero no abandonados,” trae a la mente esta escena de Cristo en la cruz diciendo: “Padre, ¿por qué me has abandonado?” ¿Lo había abandonado el Padre? Pues Jesús sabía que lo que Él estaba pasando era temporal, que en realidad el Padre no lo iba a abandonar. “No dejarás Mi alma en el Seol.” Él sabía que la justicia se iba a hacer y que iba a ser vindicado por Dios. Y es justamente porque Cristo fue “abandonado” en la cruz que tenemos la seguridad y la esperanza de que nosotros no seremos abandonados por Dios en nuestra tribulación. Sabemos que las promesas que Dios ha hecho a lo largo de toda la historia redentiva (como lo hizo en Josué 1: “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida, así como estuve con Moisés, estaré contigo, no te dejaré ni te abandonaré”) están apuntando finalmente a la realidad de que Dios no abandona a Sus hijos. Dios no abandona a Su pueblo. Aunque pueda parecer, por un tiempo, que así es, sabemos que, porque estamos viviendo situaciones difíciles, podemos sentir que hemos sido abandonados, pero sabemos que no hemos sido abandonados. Sabemos que Dios sigue con nosotros, pase lo que pase, que nuestra esperanza está firme hasta el final, sabiendo que Dios nos vindicará. En este mundo podemos parecer los tontos, podemos parecer los locos: “¿Cómo que perdonas a tus enemigos?, ¿cómo que amas a los que te maldicen?, ¿qué clase de actitud es esa?” No tiene sentido en este mundo. Cuando somos perseguidos, nuestra tentación va a ser reaccionar y tratar de buscar venganza contra aquellos que nos hacen mal, pero reaccionamos de una manera que manifiesta la confianza en que esto no es el final. Lo que la gente nos puede hacer ahorita, lo que la gente pueda pensar de nosotros hoy, no representa lo que tendremos en la eternidad con Dios, porque, en la eternidad con Dios, nunca seremos abandonados. Estamos en Sus manos.
- Y la última imagen que usa es la de “derribados, pero no destruidos.” “Derribados, pero no destruidos.” Esta idea de derribados es la idea de ser golpeado con algo y te tiran, pero no te quedas abajo, no te quedas en el suelo sin ninguna manera de volverte a levantar. Esa es la vida cristiana: nos derriban, pero eso no es el fin. Dios nos vuelve a levantar. Y, de una manera muy literal, Pablo vivió esto (Hechos 14:19): “Vinieron algunos judíos de Antioquía y de Iconio, y, habiendo persuadido a la multitud, apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto.” O sea, lo habían apedreado tanto y estaba tan malherido que pensaban que ya se había muerto. “Mientras los discípulos lo rodeaban, él se levantó y entró en la ciudad. Al día siguiente, Pablo partió con Bernabé a Derbe.” Creo que a lo mejor esto es lo que él tiene en mente cuando dice “derribados pero no destruidos.” El Señor, de alguna manera, le dio fuerza, lo restauró y lo sanó en medio de casi estar muerto, básicamente; por lo menos la gente pensaba que casi estaba muerto. Estoy seguro de que eran heridas serias las que tení Pero Pablo reconoce que, cuando él se levantó en esa situación y en cualquier otra situación de su vida, no era Pablo buscando en lo más profundo de su interior esta fuerza para levantarse —“¡Tú puedes, Pablo!”— y ahí va y se levanta, con fuerza de voluntad, como un boxeador que ya está todo golpeado, que ya no puede, pero dice: “Tengo que ganar,” y entonces se sigue levantando y no deja que lo acaben. Eso no es lo que Pablo piensa acerca de estas situaciones. Él dice: “Dios me levantó.” Y era Dios. Y les digo que era Dios, para que Su gloria brille a través de mí. No es que yo sea más fuerte, no es que yo tenga más capacidad para no quedarme ahí tirado. Si fuera por mí, sí me habría quedado ahí tirado. Pero Dios se manifestó en mi vida, y Su poder se perfeccionó en mi debilidad.
Esta es la idea que aparece en el capítulo 12 —y ese es un pasaje que ya conocen, lo vamos a ver más adelante—. Pero en 2 Corintios 12, versículos 7 al 9, creo que este es el tema central de esta carta:
“Y dada la extraordinaria grandeza de las revelaciones, por esta razón, para impedir que me enalteciera, me fue dada una espina en la carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca. Acerca de esto, tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí. Y Él me ha dicho: ‘Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad.’ Por tanto, con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí.”
“Qué bueno que soy débil, qué bueno que no puedo, porque solo así es obvio que Dios es el que se lleva la gloria. Es la única manera,” para Pablo.
Y ahora, en los versículos 10 al 12, ejemplifica lo que ya hemos estado viendo, pero ahora hablando de cómo vivir de esta manera. De hecho, refleja la misma vida de Cristo y lo que Cristo pasó por nosotros, porque dice: “Llevamos siempre en el cuerpo, por todas partes, la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Porque nosotros que vivimos, constantemente estamos siendo entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal. Así que, en nosotros obra la muerte, pero en ustedes la vida.”
Ahí están esos contrastes, tomando del mismo ministerio y vida de Jesús, el proceso por el cual Él pasó. Dice “eso también lo reflejamos nosotros, y llevamos en nuestro cuerpo, por todas partes, la muerte de Jesús.” Ahora, no está hablando de la muerte propiciatoria de Jesús, en el sentido de que nosotros también redimimos o propiciamos el pecado —no es eso a lo que se refiere—; de hecho, esa palabra “muerte” usa la palabra “nekrosis” en griego, que significa “estar muriendo,” estar en el proceso de morir, no es la palabra “muerte,” “thanatos,” no es esa palabra. No es la muerte, el momento de Su muerte, es el proceso que lo lleva a la muerte. Lo cual significa que está refiriendo a los sufrimientos de Cristo cuando habla de la muerte de Jesús. En nuestro cuerpo también sufrimos como Jesús sufrió, pero la muerte de Jesús fue tomada por Él para podernos rescatar, y de la misma manera nosotros tomamos el sufrimiento en esta vida para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. “Porque nosotros que vivimos, constantemente estamos siendo entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal.”
¿Les recuerda ese otro pasaje que ya estudiamos en 2 Corintios 2, versículo 14? “Pero gracias a Dios que en Cristo siempre nos lleva en triunfo, y por medio de nosotros manifiesta la fragancia de Su conocimiento en todo lugar. Fragante aroma de Cristo somos para Dios, entre los que se salvan y entre los que se pierden: para unos olor de muerte para muerte, y para otros olor de vida para vida. ¿Y para estas cosas, quién está capacitado?” Esa es la misma idea que está desarrollando aquí. “Nosotros, que vivimos, constantemente estamos siendo entregados a muerte, estamos en esta procesión hacia la muerte, porque vivimos la misma tribulación que vivió Jesús, porque somos Sus discípulos. Pero, a través de eso, llevaremos vida a otros,” que es lo que manifiesta en el versículo 12.
Pero quiero que vean cómo está esta palabra: “Estamos siendo, estamos siendo entregados.” Eso es lo que llamamos el “divino pasivo.” ¿Qué significa “estamos siendo entregados a muerte”? ¿Por quién? ¿Quién nos está entregando a muerte? Así como somos llevados en procesión triunfante como esclavos, estamos siendo entregados a muerte por Dios. Dios nos está entregando a muerte, estamos siendo entregados. Es la misma palabra, el mismo lenguaje que se usa de cómo Jesús fue entregado a Sus enemigos. Jesús fue entregado a muerte a Sus enemigos por Dios. De la misma manera, nosotros estamos siendo entregados al sufrimiento por Dios. ¿Para qué? Para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal, porque, cuando pasamos por el sufrimiento de esta vida, como dice Romanos 8:18, podemos ver hacia adelante y decir: “Al final, nuestra vida eterna es el resultado de lo que vivimos en esta vida a través de Cristo. Tendremos cuerpos resucitados y glorificados, llenos de vida, que ya no sufrirán en la eternidad.” Aquí está esta idea.
¿Esto se va a acabar para el cristiano en esta vida? No. Por eso dice el versículo 8 “afligidos en todo,” en todo, o sea, siempre. Además, el versículo 10 dice “llevamos siempre en el cuerpo…” y luego el versículo 11: “Nosotros que vivimos, ¿qué tan seguido? Constantemente entregados a muerte.” O sea, esto no se va a acabar en esta vida. Sufrimiento siempre va a existir para el cristiano que esté en esta era, viviendo en este cuerpo y viviendo para el reino antes de la segunda venida de Cristo.
El versículo 12 dice así: “En nosotros obra la muerte, pero en ustedes la vida.” ¿Para qué sufrimos, cuál es el propósito de nuestro sufrimiento? Para que otros tengan vida. ¿Por qué? Porque, cuando nosotros sufrimos, cuando vivimos para el reino de Dios, apuntamos a la gente hacia Cristo, y Cristo se convierte también en la esperanza que salva a aquellos que nos ven. Así es como Pablo se veía: decía “Yo estoy sufriendo todo esto para que ustedes vean la clase de poder y la clase de confianza que yo tengo en mi Dios, y que, cuando ustedes vean este poder y esta confianza que existe en Dios, ustedes también pueden creer en Él y decir: ‘Yo quiero también sufrir para vida. Quiero también experimentar muerte para vida.’” ¿No es este el principio de la cruz: muerte para vida? ¿No es eso lo que Cristo hizo por nosotros: obró la muerte para que nosotros pudiéramos encontrar vida en Él? Obró la muerte —“obrar,” esa muerte por definición es inactividad, ¿no? No hay nada ahí, si algo está muerto no puede hacer nada—, pero Dios, en Su poder, está obrando, a través de la muerte, salvación, vida eterna. Y, de la misma manera, nosotros tenemos la confianza de que la muerte que está obrando en nosotros tiene el propósito de apuntar a otros hacia la vida que encontramos en Cristo Jesús, en el evangelio. Ese es el principio de la cruz.
Juan 12:24: “En verdad les digo que, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo, pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la pierde, y el que aborrece su vida en este mundo la conservará para vida eterna. Si alguien Me sirve, que Me siga, y donde Yo estoy, ahí también estará Mi servidor; si alguien Me sirve, el Padre lo honrará.”
Entonces, hermanos, este pasaje está enteramente diseñado, ¿para qué? Para que nos mantengamos animados en medio de la aflicción, en medio de la tribulación de nuestra vida, en medio de pasar por un proceso de muerte que implica sufrimiento, y para que nosotros atesoremos y valoremos nuestras debilidades, no nos quejemos de nuestras debilidades, sino que digamos “Es por nuestras debilidades que Cristo será magnificado en nosotros,” porque la vida cristiana se trata de mostrar a Dios, mostrar Su gloria, glorificarlo a Él en todo lo que sucede en nuestras vidas.
Entonces, esas son las preguntas a las que nos lleva este pasaje. ¿Cómo es que nos estamos gozando en nuestras debilidades, o nos dan pena, o las tratamos de ocultar? Queremos aparecer fuertes, queremos aparecer como que sabemos las respuestas a todo, queremos parecer como que nosotros no nos afligimos, como que nosotros no pasamos por tiempos difíciles. Pero Pablo dijo: “Sí, me gloriaré en mis debilidades; qué bueno que soy débil.” ¿Cómo vemos nuestra vida frágil en relación con una parte esencial del plan de Dios para ser glorificado a través de nosotros? Si no vemos nuestra vida frágil como algo hermoso, entonces no estamos valorando la gloria de Dios. ¡Qué bueno que somos frágiles, qué bueno que somos débiles, porque así Dios diseñó Su gloria a través de nuestras vidas! Fue el diseño de Dios: con fallas, con tribulación, todo para que podamos lograr la gloriosa misión que hace posible que la gente pueda ver a Dios como poderoso. A través de nosotros no debe de haber ninguna duda en nuestras mentes, ni en cualquier persona que nos vea: “Sí son débiles, pero Él es fuerte.”
Gracias, Señor, por Tu palabra. Gracias por mostrarnos estas verdades hoy. Te pedimos que podamos gloriarnos en las debilidades, en las tribulaciones que hay en nuestra vida, sabiendo que, a través de ellas, la gente Te verá a Ti. Se trata de Ti, de Tu gloria. Así que, Señor, muéstranos la confianza, danos la confianza y la paz que tenemos que tener cuando nos sentimos afligidos, cuando nos sentimos perplejos, cuando somos perseguidos, cuando hemos sido derribados. Danos la confianza de que todo está apuntando hacia un plan perfecto que Tú tienes para Tu iglesia. Esa es nuestra confianza, Señor, que todo se trata de Ti, todo es de Ti, por Ti y para Ti. Y queremos que, de esa manera, nos vean y Te vean a Ti, que puedan ver nuestras buenas obras y glorificar al Padre que está en los cielos.
Señor, esta es Tu iglesia, Tu iglesia débil y frágil, pero para Tu gloria y para manifestar Tu poder. En el nombre de Cristo Jesús. Amén.